martes, 3 de octubre de 2017







     “El dibujo es la honestidad del arte. No hay posibilidad de hacer trampas.  Es bueno o malo.” 
                                                                  Salvador Dalí








     Todos somos tendenciosos, no hay manera de evitarlo.  Yo soy dibujante aunque quiera simular que lo que hago es otra cosa; y cuando emito cualquier tipo de juicio, lo hago como dibujante.  Aprendí a valorar el color, a apreciar sus ritmos, a entender el mérito de la abstracción.  Pero cuando algo me gusta es porque se sostiene en líneas claras y definidas, ya sea una pintura o un edificio.  O una persona.

     Las cosas, las ideas y la gente deben tener una forma reconocible, que la defina y delimite.  Con contundencia en su entidad.  Un buen y limpio dibujo.

     “Hay demasiados artistas”- dijo como arranque de su speech -  “Por eso hay que encararlo desde otro lugar, desde el quiebre de lo que se conoce y acepta como “artista”.  Hay que salir del encuadre tradicional y obligar a una nueva definición”.  Y en ese tenor siguió hablando.   Bla-bla-bla que enreda el pensamiento lateral , y la tormenta de ideas, y el salir del mundo analógico para entender el arte como mainstream  adecuándolo al gusto de los millenials, y  más bla-bla-bla.  Discretamente, me fui.

     Tal vez en algún momento podría haber metido un bocadillo y cuestionar la veracidad del diagnóstico del presunto experto.  Pero, ¿para qué?  Sospecho que yo misma soy analógica, al fin y al cabo dibujo sobre papel lápiz en mano, ¡una absoluta antigüedad!  No tengo rango etario para una TED Talks.

     Y no, no creo que haya demasiados artistas.  Hay algunos artistas y un montón de otras personas que simulan serlo y que apenas resultan un mal dibujo de ellos.












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