“El dibujo es la honestidad del arte. No hay
posibilidad de hacer trampas. Es bueno o
malo.”
Salvador Dalí
Todos somos tendenciosos, no hay manera de evitarlo. Yo soy dibujante aunque quiera simular que lo
que hago es otra cosa; y cuando emito
cualquier tipo de juicio, lo hago como dibujante. Aprendí a valorar el color, a apreciar sus
ritmos, a entender el mérito de la abstracción.
Pero cuando algo me gusta es porque se sostiene en líneas claras y
definidas, ya sea una pintura o un edificio.
O una persona.
Las
cosas, las ideas y la gente deben tener una forma reconocible, que la defina y
delimite. Con contundencia en su
entidad. Un buen y limpio dibujo.
“Hay
demasiados artistas”- dijo como arranque de su speech - “Por eso hay que encararlo
desde otro lugar, desde el quiebre de lo que se conoce y acepta como “artista”. Hay que salir del encuadre tradicional y
obligar a una nueva definición”.
Y en ese tenor siguió hablando.
Bla-bla-bla que enreda el pensamiento lateral , y la tormenta de ideas,
y el salir del mundo analógico para entender el arte como mainstream adecuándolo al
gusto de los millenials, y más bla-bla-bla. Discretamente, me fui.
Tal vez
en algún momento podría haber metido un bocadillo y cuestionar la veracidad del
diagnóstico del presunto experto. Pero,
¿para qué? Sospecho que yo misma soy
analógica, al fin y al cabo dibujo sobre
papel lápiz en mano, ¡una absoluta antigüedad!
No tengo rango etario para una TED
Talks.
Y no,
no creo que haya demasiados artistas. Hay
algunos artistas y un montón de otras personas que simulan serlo y que apenas resultan
un mal dibujo de ellos.
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