domingo, 8 de octubre de 2017



     Empecé el domingo de trabajo de la peor manera: mi Caballito de Carrusel cayó violentamente al piso.  Resultado: las dos orejas rotas, uno de los pompones que ornamentan las correas desprendido, la pintura cascada en varios lugares, y la pata trasera que había estado espantosa desde siempre se chuequeó todavía más.  Así que lo que tenía planeado hacer esta jornada  tuvo que diferirse mientras me dedicaba a reparar el estropicio.







     Y, como es lógico, todo lo que siguió fueron complicaciones: al rearmar el pie éste se empeñó en quedar ladeado, por lo que tuve que volver a abrirlo, poner más yeso, intentar sellarlo y –ya con el Caballito montado en el eje- atarlo a dos palos para obligarlo a secar en una posición medianamente conveniente.  Así pasará la noche.







     Con la demora no pude acabar el laqueado, lo que me obliga a seguir otro día, día que no tengo porque arranco mañana una semana de trabajo civil sin baches como para poder obtener  el viernes libre y trasladar  mi Caballito a Palermo.  ¿Entonces?  Supongo que la que sigue es una semana en la que voy a dormir muy poco…











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