Envié la
imagen de una de mis obras (A través de Alicia) a la convocatoria
Muestra
sin Censura, a realizarse en Florianópolis,
Brasil:
Cuando me
confirmaron la recepción del envío lo hicieron –lógicamente- en portugués. Yo había accedido a la convocatoria en un
sitio en español y había postulado el material también en mi idioma, por eso la
respuesta me desconcertó durante unos segundos.
Pero en realidad lo que hizo fue enredarme en una rápida asociación de
ideas y disparar mi memoria hacía un libro leído hace algunos años. “Mostra”
me trasladó inmediatamente a il mostro, ese asesino con cuya
captura inicia la presentación de Reinaldo Pazzi, inspector jefe de la
Questura de Florencia, en Hannibal
de Thomas Harris. Linda novela que, como siempre, es muy
superior a la película (que también me
gustó). Y me he pasado gran parte
del sábado –en el que tenía que hacer
muchas otras cosas- releyendo este libro apoltronada en mi biblioteca. Que fácilmente me distraigo…
“El crujido de papeles en la oscuridad, el
rechinar de un asiento al ser arrastrado.
El doctor Lecter se sienta en un gran sillón de la fabulosa Biblioteca
Capponi. Es cierto que la luz adquiere
un tono rojizo cuando la reflejan sus ojos, que sin embargo no emiten un
resplandor rojo en la oscuridad, como muchos de sus guardianes han
asegurado. La oscuridad es
completa. El doctor medita…
No puede negarse que el doctor Lecter ha
creado la vacante del Palazzo Capponi haciendo desaparecer al anterior
conservador, proceso sencillo para el que bastaron unos segundos de trabajo
físico con el anciano y un modesto desembolso en la adquisición de dos sacos de
cemento; sin embargo, una vez despejado el camino, se ha ganado el puesto por
méritos propios demostrando al Comitato delle Belle Arti una extraordinaria
competencia lingüística, al traducir sin titubeos el latín y el italiano
medieval de manuscritos redactados con la letra gótica más enrevesada.
En este lugar ha encontrado la paz que
está decidido a conservar; desde su llegada a Florencia, aparte de a su
predecesor, apenas ha matado a nadie.
Considera su elección como conservador y bibliotecario del Palazzo
Capponi un premio nada desdeñable por varias razones.
La amplitud y la altura de las estancias
del palacio son primordiales para el doctor Lecter tras años de entumecedor
cautiverio. Y, lo que es más importante, siente una extraordinaria afinidad con
este lugar, el único edificio privado que conoce cercano en dimensiones y
detalles al palacio de la memoria que ha ido construyendo desde su juventud.
En la biblioteca, colección única de
manuscritos y correspondencia que se remontan a principios del siglo XIII,
puede permitirse cierta curiosidad sobre sí mismo. El doctor Lecter, basándose en documentos
familiares fragmentarios, creía ser descendiente de un cierto Giuliano
Bevisangue, terrible personaje del siglo XII toscano, así como de los Maquiavelo
y los Visconti. Este era el lugar ideal
para confirmarlo. Aunque sentía una
cierta curiosidad abstracta por el hecho, no guardaba relación con su ego. El doctor Lecter no necesitaba avales
vulgares. Su ego, como su coeficiente
intelectual y su grado de racionalidad, no pueden medirse con instrumentos
convencionales.
De hecho, no existe consenso en la
comunidad psiquiátrica respecto a si el doctor Lecter puede ser considerado un
ser humano. Durante mucho tiempo, sus
pares en la profesión, muchos de los cuales temen su acerada pluma en las
publicaciones especializadas, le han atribuido una absoluta alteridad. Luego, por cumplir con las formas, le han
colgado el sambenito de monstruo.”
Thomas
Harris, Hannibal, Grijalbo Mondadori SA, Barcelona 2001,
páginas 154/155.
No hay comentarios:
Publicar un comentario