lunes, 31 de diciembre de 2018









      A quién corresponda: ¡buen año!  Qué el 2019 sea, ni más ni menos, el año que nos merecemos.


































(Entre nos: comencé a brindar en mi biblioteca y antes de las siete de la tarde.  Habrá que ver si llego -sobria- al 19...)
















     No por ser el último día del año voy a prescindir de los excesos...




















             Sí, estaba experimentando con pintura soluble al agua y mi nuevo sucedáneo de pincel.  Esa era la idea.  Pero tenía ganas de dibujar, y entonces…  Así soy.  Dispersa.  Errática.  Demasiado propensa a darme los gustos.








































sábado, 29 de diciembre de 2018




Permiso de sábado.

¿Qué otra cosa se puede hacer a estas alturas?  Probar mi sucedáneo de pincel con mis marcadores solubles al agua  Winsor & Newton…














Para la bitácora:  como en todo en la vida, tengo que evitar el exceso (¡es tan difícil!).  El exceso de agua puede dañar irrecuperablemente el papel base. Prudente medida, y podemos seguir el juego.













     Nada se mantiene inmutable en estos tiempos.  Demasiada velocidad hasta para las convicciones, aun cuando uno tiende a la estolidez de las piedras y, por la edad, aplique al más lógico conservadurismo.  Este artículo de Carmen Reviriego que se publicó en la revista Forbes de México hace apenas dos años fue –y es- un texto con el que coincido totalmente hasta que no coincido.  Qué espíritu veleta!   Pero es que la web ha desarmado todo con tanta contundencia y velocidad que cuando leo

“…hay miles de artistas vagando por Nueva York, Londres, Berlín o cualquier otra ciudad del mundo en busca de una oportunidad para exponer sus trabajos o encontrar a alguien que les represente, les ayude, o les dé una oportunidad…”

me digo sí, pero no, o ya no tanto, o ya para nada en absoluto.  Hoy deambulamos por las redes y los sitios de arte en línea, hoy rastreamos las direcciones de Twitter e Instagram de coleccionistas y críticos, de los influencers del medio, y los bombardeamos con facilidad y costo casi cero.  Hoy los artistas no necesitan buscar oportunidades, podemos construirlas y en vez de esperar a que nos descubran fastidiar con la insistencia abrumadora de un clic constante para el envío de nuestro material al pobre destinatario designado.

     Ya –creo- no es tan necesario ser valiente como ser terco.  Hoy con la obsesión casi asnal –Almafuerte dixit- podría ser suficiente…



Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte . . .
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!


Avanti!  Almafuerte – Pedro Bonifacio Palacios











    Pego fragmento del artículo, que, aunque pueda haber sido algo ganado por los tiempos, sigue pareciéndome una maravilla:


    
     “Cuando un creador decide dedicarse al arte como profesión y vivir de su trabajo, ha de saber –y todo artista real lo presiente– que está arriesgando su vida entera, y sólo él va a ser responsable de ello. El valor es, pues, desde el principio, un ingrediente imprescindible en el mundo del arte.

     Sólo una persona madura debería asumir una decisión así… hay miles de artistas vagando por Nueva York, Londres, Berlín o cualquier otra ciudad del mundo en busca de una oportunidad para exponer sus trabajos o encontrar a alguien que les represente, les ayude, o les dé una oportunidad. Un 80% de ellos no lo conseguirán, y la inmensa mayoría no tendrá fuerzas para abandonar y dedicarse a otra profesión. Aun así, la vocación artística desafía todas las razones y la Razón misma; lo ha hecho a lo largo de los siglos y seguirá haciéndolo, con las peculiaridades de cada época.

     Todo arte que trasciende, que está llamado a perdurar en el tiempo, que es y ha sido capaz de emocionar al hombre antiguo, al medieval, al renacentista, al moderno o al contemporáneo, es un arte que viene de la necesidad sincera y apasionada del creador de contar al mundo “su” mundo; desde una vivencia subjetiva y por tanto única. La creación artística le va a exigir, por tanto, una verdadera entrega de sí mismo en el sentido más literal y trágico de la palabra. Para llegar a conseguirlo va a necesitar de muchos atributos, pero sobre todo de una enorme fe y lealtad hacia sí mismo, de su forma de estar en el mundo y, por lo tanto, de “verlo” y del valor para enfrentarlo y, a veces, confrontarlo.

     Insisto: ningún arte que no sea sincero, que no provenga de otro lugar que no sea la experiencia personal y la memoria vital del artista, conseguirá trascender. Si el artista no es fiel a sí mismo, a su “verdad”… si le falta valor, no será capaz de crear un espejo en que el espectador pueda verse a sí mismo, a “su” mundo, y hacer que surjan en él emociones y pensamientos que no solamente le muevan, sino que le conmuevan, es decir, que le hagan sentir su propia vida con una intensidad nueva o renovada. El arte es tanto más importante cuanto más capaz es de producir esta catarsis, esta conmoción del alma. Siempre que alguien contempla una obra maestra de forma curiosa y abierta, valiente, se da esa conversación única, profunda y sincera entre el creador, la obra y el espectador. (…)”
















viernes, 28 de diciembre de 2018



     Mi sucedáneo de pincel me desafía a ver qué más puede hacerse con él.  El uso lógico de las cosas me ha parecido siempre un pobrísimo ejercicio de la imaginación.  Y sí, tengo otras cosas que hacer, pero...  Necesitamos un dibujo base y, obviamente, recurrimos a lo opuesto de nuestro primer experimento: de paisaje a desnudo.






     Acentuamos las líneas con un poco de lápiz acuarelable tierra…










  …y  juguemos con nuestro cartuchito de agua sucedáneo de pincel:









     Bien.  Demos algo más de volumen con más lápiz acuerelable y agua:






   Para la bitácora: para la acuarela tradicional y para los lápices solubles mi nuevo extraño pincelito es muy grato.  Veamos que más hay... (Sí, insisto, recuerdo que tengo otras cosas que hacer.)













     Un escueto mensaje de texto suena como un grito.  Me recuerda las deadlines, y más que recordatorio es una recriminación.  Probablemente sospeche que las tengo muy en mente y que, lánguida e intencionalmente, las dejo pasar.  Algo de eso hay.  Timing, digo, hasta para el desastre. 

     Después me llueven los reenvíos de los mails de últimos avisos y las prórrogas: 





















     Si, lo tengo en claro, pero estoy muy cansada para presentar postulaciones en estos días.  O no.  Puede que esté demasiado entretenida recuperando el placer de las acuarelas con un estrafalario sucedáneo de pincel que carga agua que pusieron en mis manos esta Navidad…














     

jueves, 27 de diciembre de 2018



     Hubo cosas muy gratas, por cierto.  En especial espiar a aquellas obras que se abrieron camino a su destino independiente: 

     Café Paris, hoy instalada en Devon, UK.
































     La Nannette y Post Card, en New Jersey, USA.






















     Confetti, vendida en el evento de Rochester Center, suponiéndola por New York…
















     Y mis Brujas, asentadas felices en México.