martes, 11 de diciembre de 2018








     Cierto, no somos árboles.  Pero insisto en mi punto: no son las raíces las que me estorban el movimiento, es que tengo mucho bártulo que trasladar conmigo.  No es el eufemístico “equipaje” del que hablan los psicoanalistas y que se supone uno debe abandonar en pos de la reafirmación del yo.  A mí me lastra mi obra, la inconclusa, la en proceso, mis cajas de lápices, mis pinceles y los destartalados caballetes; mis archivos compilados desde la niñez; mis libros, raras revistas, mis mapas;  las chucherías compiladas en los viajes y etcéteras infinitos.  No soy un árbol, mi amigo, soy un absoluto bosque.













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