Cierto,
no somos árboles. Pero insisto en mi
punto: no son las raíces las que me estorban el movimiento, es que tengo mucho
bártulo que trasladar conmigo. No es el
eufemístico “equipaje” del que hablan los psicoanalistas y que se supone uno
debe abandonar en pos de la reafirmación del yo. A mí me lastra mi obra, la inconclusa, la en
proceso, mis cajas de lápices, mis pinceles y los destartalados caballetes; mis
archivos compilados desde la niñez; mis libros, raras revistas, mis mapas; las chucherías compiladas en los viajes y
etcéteras infinitos. No soy un árbol, mi
amigo, soy un absoluto bosque.
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