Un
escueto mensaje de texto suena como un grito.
Me recuerda las deadlines, y
más que recordatorio es una recriminación.
Probablemente sospeche que las tengo muy en mente y que, lánguida e intencionalmente,
las dejo pasar. Algo de eso hay. Timing,
digo, hasta para el desastre.
Después
me llueven los reenvíos de los mails de últimos avisos y las prórrogas:
Si,
lo tengo en claro, pero estoy muy cansada para presentar postulaciones en
estos días. O no. Puede que esté demasiado entretenida
recuperando el placer de las acuarelas con un estrafalario sucedáneo
de pincel que carga agua que pusieron en mis manos esta Navidad…
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