Por torpeza ajena (o por falta de espacio) alguien rompe un frasco de pintura y se
mancha la ropa. Yo no estoy en el lugar,
pero como la pintura es mía y son mis cosas las que invaden el sector que uso
de taller, es mi total responsabilidad el percance (percance ciertamente estúpido, pero se sabe que esas mínimas estupideces
son las que desencadenan el caos).
Y es
en ese instante en el que comprendo que ya no me queda margen y que me tengo
que ir. Ya está. No hay más posibilidades de nada. Soy artista, uso pintura, no tengo otra
manera de vivir. No me interesa vivir
de otra manera. Pero he sido educada
para no molestar a nadie. La cortesía y
los buenos modales antes todo. ¿Mis potes
de pintura y yo estamos estorbando el paso?
Mil disculpas. Recojo mis cosas y
me voy.
Irse, como ya dije, es la perfecta respuesta a todo.
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