miércoles, 5 de diciembre de 2018












































     Uno pone buena voluntad, acepta que las cosas son, la mayor parte del tiempo, difíciles e ingratas, y que si se quiere llegar a algún lado hay que acumular aguante y perseverancia.  Y hacer gala de auténtica sangre de pato el 99% del tiempo.  Pero –siempre hay un pero, la bendita excepción a la regla- a veces sucede ese 1% y uno reacciona.  Se enfurece.  Se harta.  Y entonces, aunque se puedan perder los casilleros avanzados, se patea el tablero, se agarra a la oca y se le retuerce el pescuezo.  Nos salimos del juego por un rato.  Hartazgo en grado puro.
































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