Nada
se mantiene inmutable en estos tiempos.
Demasiada velocidad hasta para las convicciones, aun cuando uno tiende a
la estolidez de las piedras y, por la edad, aplique al más lógico
conservadurismo. Este artículo de Carmen Reviriego que se publicó en la
revista Forbes de México hace apenas dos años fue –y es- un texto con
el que coincido totalmente hasta que no coincido. Qué espíritu veleta! Pero es que la web ha desarmado todo con
tanta contundencia y velocidad que cuando leo
“…hay miles de
artistas vagando por Nueva York, Londres, Berlín o cualquier otra ciudad del
mundo en busca de una oportunidad para exponer sus trabajos o encontrar a
alguien que les represente, les ayude, o les dé una oportunidad…”
me digo sí, pero no, o ya no tanto, o ya para
nada en absoluto. Hoy deambulamos por
las redes y los sitios de arte en línea, hoy rastreamos las direcciones de
Twitter e Instagram de coleccionistas y críticos, de los influencers del medio, y los bombardeamos con facilidad y costo
casi cero. Hoy los artistas no necesitan
buscar oportunidades, podemos construirlas y en vez de esperar a que nos
descubran fastidiar con la insistencia abrumadora de un clic constante para el envío
de nuestro material al pobre destinatario designado.
Ya –creo-
no es tan necesario ser valiente como ser terco. Hoy con la obsesión casi asnal –Almafuerte dixit- podría ser suficiente…
Si te postran diez
veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte . . .
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte . . .
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!
Avanti! Almafuerte – Pedro Bonifacio Palacios
Pego
fragmento del artículo, que, aunque pueda haber sido algo ganado por los
tiempos, sigue pareciéndome una maravilla:
“Cuando un creador
decide dedicarse al arte como profesión y vivir de su trabajo, ha de saber –y
todo artista real lo presiente– que está arriesgando su vida entera, y sólo él
va a ser responsable de ello. El valor es, pues, desde el principio, un ingrediente
imprescindible en el mundo del arte.
Sólo una persona
madura debería asumir una decisión así… hay miles de artistas vagando por Nueva
York, Londres, Berlín o cualquier otra ciudad del mundo en busca de una
oportunidad para exponer sus trabajos o encontrar a alguien que les represente,
les ayude, o les dé una oportunidad. Un 80% de ellos no lo conseguirán, y la
inmensa mayoría no tendrá fuerzas para abandonar y dedicarse a otra profesión.
Aun así, la vocación artística desafía todas las razones y la Razón misma; lo
ha hecho a lo largo de los siglos y seguirá haciéndolo, con las peculiaridades
de cada época.
Todo arte que
trasciende, que está llamado a perdurar en el tiempo, que es y ha sido capaz de
emocionar al hombre antiguo, al medieval, al renacentista, al moderno o al
contemporáneo, es un arte que viene de la necesidad sincera y apasionada del
creador de contar al mundo “su” mundo; desde una vivencia subjetiva y por tanto
única. La creación artística le va a exigir, por tanto, una verdadera entrega de
sí mismo en el sentido más literal y trágico de la palabra. Para llegar a
conseguirlo va a necesitar de muchos atributos, pero sobre todo de una enorme
fe y lealtad hacia sí mismo, de su forma de estar en el mundo y, por lo tanto,
de “verlo” y del valor para enfrentarlo y, a veces, confrontarlo.
Insisto: ningún
arte que no sea sincero, que no provenga de otro lugar que no sea la
experiencia personal y la memoria vital del artista, conseguirá trascender. Si
el artista no es fiel a sí mismo, a su “verdad”… si le falta valor, no será
capaz de crear un espejo en que el espectador pueda verse a sí mismo, a “su”
mundo, y hacer que surjan en él emociones y pensamientos que no solamente le
muevan, sino que le conmuevan, es decir, que le hagan sentir su propia vida con
una intensidad nueva o renovada. El arte es tanto más importante cuanto más
capaz es de producir esta catarsis, esta conmoción del alma. Siempre que
alguien contempla una obra maestra de forma curiosa y abierta, valiente, se da
esa conversación única, profunda y sincera entre el creador, la obra y el
espectador. (…)”
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