martes, 13 de marzo de 2018




     En un rato libre decido que mi conejo empiece a definir su elegancia.  Y, lógicamente, me parece muy bien ser estrictamente literal en eso… 











     Quería que la chaqueta fuera bordó (bordeaux, siguiendo con la veta afrancesada), y como no tenía acrílico de ese color me corrí hasta una nueva artística que pusieron a pocas cuadras de mi casa.  Había bordó, pero según mi criterio cromático en una marca era rojo sucio y en la otra casi marrón.  Ninguno el  que quería.  Me topé con una botellita que sí se aproximaba a mi imagen mental, y cuando veo el nombre asignado al tono leo “solferino”.  ¿Desde cuándo “solferino” es un color?  Me distraje indagando la cuestión, descubriendo que es un pueblo italiano de la Lombardía, donde se desarrolló una famosa batalla por la que al parecer nombraron un color que supo usarse para referirse a una tonalidad del vino, “rojo solferino”, supongo lo que hoy se refiere como “vetas violáceas”.  

     Pero en la cuestión de los solferinos se me fue la tarde y los avances de mi conejo se vieron interrumpidos por mi curiosidad.















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