El
destino es el destino, está impuesto, es una fuerza superior contra la que no
se puede bregar. Como el mar. O te ponés a nadar o te ahogás.
Y aunque nades, si al mar se le da la gana, te ahogás igual. Definitivo destino.
Yo bien podría no hacer nada. O hacer exclusivamente lo que el
circunstancial cliente me mande. Escrupulosamente al margen. De nuevo, nada personal. Pero…, siempre hay un pero, la conjunción de
letras más insidiosa del idioma. Pero…
¿Y entonces? Yo quería ser Sherlock, pero no va a
poder ser. No hay ningún misterio
acá. Sólo una historia sórdida y casi de
manual. Quizá una historia de maldad
pura, de egoísmo, de auténtico egocentrismo.
Una historia para desandar, para reconstruir con finalidad de
moraleja. Pero tampoco es el caso, ni se
me ocurre ser Esopo. Me queda ser Moriarty, que se le va a hacer.
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