martes, 6 de marzo de 2018








     El destino es el destino, está impuesto, es una fuerza superior contra la que no se puede bregar.  Como el mar.  O te ponés a nadar  o te ahogás.  Y aunque nades, si al mar se le da la gana, te ahogás igual.  Definitivo destino. 
    
     Yo bien podría no hacer nada.  O hacer exclusivamente lo que el circunstancial cliente me mande. Escrupulosamente al margen.  De nuevo, nada personal.  Pero…, siempre hay un pero, la conjunción de letras más insidiosa del idioma.  Pero…



     ¿Y entonces?  Yo quería ser Sherlock, pero no va a poder ser.  No hay ningún misterio acá.  Sólo una historia sórdida y casi de manual.  Quizá una historia de maldad pura, de egoísmo, de auténtico egocentrismo.  Una historia para desandar, para reconstruir con finalidad de moraleja.  Pero tampoco es el caso, ni se me ocurre ser Esopo.  Me queda ser Moriarty, que se le va a hacer.






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