viernes, 3 de agosto de 2012



     Ante dos nuevos (y reiterativos, y esperados, y previsibles, y ya aburridos…) rechazos a mis propuestas para acceder a espacios de exhibición en Buenos Aires, amago a mi indignación recurrente pero ya sin energía. Supongo que podría despotricar contra todos y hasta con fundamento, pero, ¿no lo hice ya? ¿No vengo repitiéndome de modo lamentable? Rebusco en mis diarios y veo que mi memoria no me falla. Los últimos años vengo explayando mi frustración y mi enojo sobre lo mismo, y una, y otra, y otra vez más. ¡Que fastidio! Definitivamente nada original. Una noria. Sin embargo, guardar absoluto silencio me subleva, así que opto por no volver sobre lo dicho (para no ser reiterativa) pero me remito a mi misma. Transcribo una página de mi diario personal de febrero de 2007 que resume exactamente lo que sigo sintiendo hoy.



     


“¿Qué sabemos a ciencia cierta? Que no vamos a ninguna parte así. Estaba muy bien en teoría 
eso de que si hacíamos algo “bueno” el reconocimiento iba a llegar por propia decantación de talento. ¡Ja! Qué ingenua. La realidad es que la presunta excelencia de una obra es un detalle trivial. Más aun: una cuestión totalmente prescindible. ¿Entones? Entonces hemos perdido maravillosamente el tiempo. Refutación: No es tan así. En ese estúpido –lo reconozco- apegarse al juego limpio, a la dignidad, al no negociar, al no mentir, al no hacer trampa, algunas cosas hemos aprendido: -no somos peor que otros (aunque no seamos llamativamente “mejores”); -mi obra no pasa vergüenza cuando se exhibe en un buen espacio (como el Borges, por caso); -puedo lanzarme a mostrar en el exterior del país por mi cuenta y lograr pequeños posicionamientos.- Ya sé que eso no es mucho, diríamos más bien que no es nada. Pero vale para medir fuerzas. Si pude –llena de reglas y mojigatería de buena hija del vecino- lanzarme a jugar sola en el mundo puedo continuar jugando con otras reglas. O sin reglas. Bien: llegamos al punto. ¿Qué hacemos de acá en adelante? ¡MENTIR!, me grita una triunfal voz interior. Y no discuto la propuesta, sólo que no sé cual es la mentira que conviene construir. Tangencialmente he vislumbrado a lo largo de estos años la necesidad de un marchand, un dealer, un “hacedor”. Obviamente, no existen muchos y yo no he encontrado ninguno. He comprendido que tengo que INVENTARLO. Pero, ¿cómo?. Tal vez sea hora de que esa otra que debí haber sido cobre vida, aunque un poco fuera de su originalidad. Alguien que se inserte en el mundo de modo “llamativo”, provocador. Siempre la provocación me ha parecido demasiado vulgar, pero evidentemente teniendo “clase” no he llegado a ningún lado. Voy a poner en claro lo que sé: 1) Armando un buen y variopinto currículum no se logra nada. Y menos todavía cuando lo que se consigna es real. Hay que descartar el avanzar detrás del currículum. Sólo debe proveerlo el agente de prensa cuando lo solicitan y darlo así, con indiferencia, como si tal cosa. 2) Mandar obra al exterior provee de buena y vistosa data al CV pero nos deja sin obra. Y me cabe la sospecha de que a los sitios a donde envió mi trabajo bien podrían ser tan “piringundines” como algunos lugares a los que me niego a entrar en Baires. 3) Las páginas web donde se reproduce obra están muy bien; es muy halagador introducir el nombre propio en el buscador de Google y que salten varias páginas de referencia. Pero ¿y qué? Con eso tampoco despegamos. Internet sirve para difundir, confundir y cimentar mitos, pero siempre alrededor de un hecho real. Se necesita una base, un acontecimiento llamativo para lanzarlo y ampliarlo al mundo. Buena prensa, sabia prensa, astuta prensa. 4) Es IMPRESCINDIBLE configurarse producto o personaje. Crear el mito. No alcanza con ser alguien talentoso. Hay que ser alguien EXOTICO. Y el bajo perfil es, definitivamente, incompatible. 5) Lo pequeño, bonito, exclusivo, no va más. Es hora de LO APARATOSO. Y de la agresividad sin elegancia. Hay que volverse snob y mirar con auténtico desprecio a las castas inferiores. Proclamar: No somos todos iguales. ¡NO LO SOMOS! Y cuando alguien se rebaja para estar a la altura de los mediocres no obtiene reconocimiento y respeto por su humildad, ¡OBTIENE QUE LO PISEN! 6) No importa si uno es bueno. Importa que lo vean. Y que hablen. Es fácil hacer hablar a la gente. Basta con hacerlos sentir estúpidos y van a balar como ovejas. 7) Entonces, lo claro y concreto es que tengo que descartar: –LA CORTECIA; -LA GENEROSIDAD; –LA CONSIDERACION AL OTRO; -LA HUMILDAD; –LAS BUENAS INTENSIONES que empiedran el camino al infierno. Todo eso puede hacerme buena gente pero no sirve para quedar en los libros de historia del arte. El ARTE exige que uno venda el alma al diablo y sienta que ha hecho buen negocio. Mis prejuicios morales no serán obstáculo, por cierto. Asumo que carezco de conciencia “moral” y hasta dudo que me demore en incidencias éticas a esta altura de fracasos. Mi única limitación es una exquisita educación que hace que me comporte como intelectual: un poco más allá de todo y sin joder gratuitamente a nadie. Pero si no jodés no te notan, y, como dijo Wilde, “que hablen mal pero ¡qué hablen!”. CONCLUSION: Se trata de mentir, entonces. Un juego sucio. ¿Cómo? ¿Por dónde empezar? Mentir. Mentir. Mentir. Mentir. Mentir. Darle de comer a los chanchos lo que los chanchos comen. Demostrar –simplemente- que somos más inteligentes que ellos para jugar con sus reglas haciéndoles trampa. Post Data: Y, detrás de todo, independientemente de todo, sólo por darnos el gusto personal, ser real e incuestionablemente BUENAS en lo que hacemos.-“







"BIEN PODRÁN LOS ENCANTADORES QUITARME LA VENTURA, PERO EL ESFUERZO Y EL ÁNIMO ES IMPOSIBLE."

 Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote




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