viernes, 17 de agosto de 2012



     Debería (entre tantas otras cosas) saber como evadir a las personas que llenas de buenas intenciones sólo logran ponerme de un fatal mal humor. Claro, que las “buenas intenciones” pueden interpretarse también como una afición malsana al entrometimiento compulsivo en las vidas ajenas, y entonces la acción autodefensiva de evadirse es puro instinto de conservación. 

      O quizá sea que, simplemente, odio que me den consejos. Máxime si me los dan con tono de sentencia incuestionable, como voz del oráculo, como dios descendido a la tierra solo para decirme todo lo que hago mal y lo que debería hacer para “tener suerte” en lo mio. ¿Tener suerte en qué? ¿Qué es al final la “buena” suerte que me falta?
 -Vivir del arte- me sopla por detrás una de mis voces, con un tono que subliminarmente recalca “no seas idiota que ya lo sabés”. 
 -Tener un taller con espacio para moverse dentro- susurra la de lentes, imagino que mirando al cielorraso sin ningún interés. –Y que pueda ventilarse de vez en cuando, así el tufo a kerosene no te ralentiza las neuronas. 
 -No es lenta por los químicos que usa para pintar- le susurra la primera, confidencialmente, como si yo no pudiera oirla. –Es lenta porque es incapaz de concentrarse en una sola cosa. Como los ángeles del Apocalipsis de Juan, tiene cuatro caras y cada una esta entretenida en algo distinto. Como una perinola, gira y gira hasta que al rato cae en un lado. Por eso hay que esperar tanto para que reaccione... 

     No soy temperamental, no reacciono por arrebatos ni vivo saltando de una opinión a otra según la moda o la conveniencia. Soy tranquila, racional, absolutamente introvertida. Pero sé qué quiero. Y sé cuales son las reglas con las que quiero jugar. Y desde ya no puedo aceptar que personas que en su vida nunca han tenido un proyecto concreto ni han luchado por él desde que tuvieran conciencia, vengan a darme “consejos” de cómo moverme para “progresar” en mi “carrera”.

      O.K. No me cuelgan. Pero eso no significa que no pueda pintar. Y pinto lo que quiero. No lo que cuelgan. O.K. Es cierto que los artistas mostramos lo que hacemos. Si no te cuelgan no lo mostrás. ¿Si no lo mostrás no sos artista? Puede. Serás un artista “privado”. Pero hay tiempo. Siempre hay tiempo. O no, pero tampoco importa. Si solo se tratara de mostrar sería fácil. Y por mostrar se muestran cada porquerías… Tampoco significa nada. 

      Se trata de ser coherente, de ser quien soy y de pintar como se me da la gana. No se trata sólo de hacer dinero. No se trata sólo de ser reconocida. Tal vez se trate de sentar un precedente, de trazar una línea, de crear un estilo y una escuela. De quedar en los libros de historia del arte.

       O se trata simplemente de hacer, de seguir haciendo lo que nos hace absolutamente felices. 
-¿Por qué habla en plural? ¿Nos incluye a nosotras? ¡Que no se atreva! 
-A mi no me hace feliz que pinte. Me haría más feliz el dinero. 
-Pobre…- me considera la tercera voz, la amable, mi debilidad, la que debe ser rubia y etérea- ella debe creer honestamente que lo que dice tiene algún sentido… 



"TODA OBRA HUMANA ES DELEZNABLE, AFIRMA CARLYLE, PERO SU EJECUCION NO LO ES". 

Jorge Luis Borges, Los Conjurados.








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