-¿Por qué no le diste los datos del blog?- me cuestiona suavemente, casi sin intención, como si fuera el comentario lógico ante mi respuesta circunstancial a un más circunstancial conocido.
Me gustaría fulminarla con la mirada, obligándola al silencio arrepintiéndose del comentario. Pero las voces que me acosan tiene el don de carecer de entidad física y mis eventuales miradas severas no las alcanzan.
Escucho como coro a mis otras dos voces, una en la risa, la otra suspirando con cálida condescendencia.
Es un hecho cierto que a mis muy pocas relaciones y más escasas amistades no les he mencionado la existencia de este blog. Y cuando alguien me cuestiona sobre como va mi trabajo, que he estado pintando, en vez de direccionarlos aquí para un contacto visual directo y bastante actualizado, prefiero murmurar: “Algo ando haciendo. Cuando monte una muestra te aviso.” Con mis chances actuales de exponer es como cerrar toda posibilidad de contacto.
-¿Por qué?- insiste la voz, que suelo identificar como la más peligrosa de las tres porque es la que parece mas “normal”, la que me enreda con su racional coherencia y siempre acaba poniendo en evidencia mis miserias.
La respuesta es obvia: porque me A–TE-RRA que alguien conocido acceda a este espacio donde suelo ser tan yo. Sigo viendo esto como un “diario”, al que por algo siempre se le agrega el epíteto de “íntimo”.
-Te das cuenta de que lo que decís es bastante estúpido, ¿no?- Se mete la voz con anteojos, la que se estaba riendo. Ella es odiosa sin disimulo, sádica natural y nunca tiene remilgues a la hora de destrozarme. –¿Estás escribiendo y subiendo fotos de tu trabajo en un espacio público de la web y pretendés “intimidad”?
Es un punto, claro. Me doy cuenta. Pero en el fondo no creo que sea realmente “público”. Que alguien fuera de mi persona entre a esta página. Que alguien lea. Que alguien vea. No hay gran diferencia a escribir en uno de mis cuadernos de espiral a escribir en la notebook en la soledad cómplice de mi biblioteca. Sigue siendo una actividad privada. Sólo yo. Sólo para mi.
Puede que revise las estadísticas que publica el blogger, que me entere de que (supuestamente) otras personas han entrado a ver distintas entradas de este blog, ¡pero es tan irreal! Puedo permitirme la sospecha que esas estadísticas no son ciertas, que el “Señor Blogger” las inventa para dejarnos contentos con la fantasía de un múltiple e indefinido interlocutor.
-Eso sería muy poco honesto por parte del Señor Blogger- sentencia la primera voz. La de anteojos se ríe otra vez con su risa de hiena y acota:
-No me extrañaría nada que no fueran del todo ciertas las estadísticas, pero la “privacidad” que pretendés es una ingenuidad de la que debería avergonzarte a tus años. Alguien, cualquiera, puede ver lo que estas escribiendo porque vos voluntariamente lo publicas. No hay modo de que honestamente lo creas un “diario intimo”.
Es “íntimo” mientras no hable con nadie "real" de esto. Insisto: mientras mi blog sea tema entre mi computadora y yo, sin ninguna interacción humana real, ningún nombre, ninguna identidad, ninguna cara para asociar como testigo de mis confidencias, esto es sólo la versión tecnológica de mi eterno diario. La web es un algo que no logro visualizar. No existe en mi realidad.
La tercera voz, la que me cae bien, siempre tan amble y tan lánguida, la que me defiende y a veces hace como que me comprende, vuelve a suspirar y me imagino que me mira con cariño cuando me dice:
-Pero vos realmente te das cuenta de que tu argumento es absurdo. Si lo subís a la web ya no tenés el control Puede que lo estén o no viendo, pero la realidad es que PUEDE ser visto.
“Puede ser” no es lo mismo que “es”. Pero no rebato el punto. Se que soy irracional. Pero soy un ser pacífico y tímido, propenso al aislamiento, que detesta, salvo contadísimas excepciones, sociabilizar (ya lo dije antes, ¿no?). Pensar que escribir este blog es un modo de relacionarme con otras (muchas) personas me puede generar un ataque de pánico.
Lo acepto: es muy contradictorio y totalmente infantil. En mi defensa cito a Walt Withman: “¿Qué me contradigo? Pues bien, ¡Soy Amplio!” y a Baudelaire: “Entre la múltiple enumeración de los derechos del hombre que la sabiduría del siglo XIX recomienza tan a menudo y tan complacientemente, dos muy importantes has sido olvidados, que son el derecho de contradecirse y el derecho de irse.-"
Espero honestamente que si hay alguien ahí, donde sea, leyendo esta disgreción, no lo tome a mal. No se trata de nada personal, obviamente. Uno escribe (un diario o una bitácora) sólo para comprenderse, para recortarse del entorno y de la vorágine diaria. Para recordarse quien es y que quiere. Es contar una historia (propia) de un modo ajeno, ya que el anonimato te da la garantía de no resultar tan vulnerable en la honestidad. Asumir mi identidad frente a un eventual lector de modo directo, cara a cara, es como compartir una copa de vino: uno permite al otro que le descubra todos sus secretos. Y eso es algo que las mujeres venimos condicionadas genéticamente para no permitir.
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