Mi Lista de los Ángeles me está causando soberano fastidio. Y en mi planeta “fastidio” se traduce en síntoma de mi incapacidad de plasmar sobre el papel lo que mi instinto estético busca captar y transmitir.
Mi primer problema es lograr entenderme con los desnudos. He estado dibujando a modo de ensayo, para acostumbrarme a la estructura ósea y muscular, al equilibrio y al ritmo de la figura, para deshacerme de todos mis “vicios” de dibujar desnudos femeninos, para no “ensuciar” con mi costumbre anterior la estética propia de la figura masculina. Pero pese al empeño (y al oficio) no logro nada.
No alcanzo a dotar a las imágenes de los atributos que quiero trasmitir.
Y cuando quiero instruirme (como suelo hacer siempre que me siento perdida e insatisfecha) metiendo la nariz en los libros, me encuentro con tan poco antecedente. Ya sé de los davides de Donatello y de Miguel Ángel, el Discóbolo y toda la estatuaria griega. Los dioses mitológicos están muy bien, pero busco otra cosa. Cuando hurgo en Internet (con toda -¡perdón!- la desconfianza y reticencia que me provoca la sapiencia de la red) me encuentro con mucho de fotografía de moda, algo de fotografía homoerótica y demasiada pornografía repetida. Nada que realmente me ayude a lograr que mis desnudos hablen de humanidad, de calidez y de belleza.
Quiero gracia, pero con languidez y fuerza al mismo tiempo. Y paz, ya que son ángeles. Y diversión, porque los ángeles deben –supongo yo- estar felices de ser ángeles. Y complicidad por ser “ellos” y no ser demonios, por no haber perdido la gracia de dios. Ángeles bellos, fuertes y alegres.
Pero sólo logro imágenes toscas, obvias, de burda sexualidad, que no me dicen nada. Por eso me fastidio. Pero sigo. Tal vez deba resignarme a que las primeras versiones de mis ángeles acaben en pedazos y en la basura. No será la primera vez que peleo meses y años por alcanzar una imagen que se me rebela.
“EL EJECUTOR DE UNA EMPRESA ATROZ DEBE IMAGINAR QUE YA LA HA CUMPLIDO, DEBE IMPONERSE UN PORVENIR QUE SEA IRREVOCABLE COMO EL PASADO."
Jorge Luis Borges, El Jardín de los Senderos que se bifurcan
-¿Vos te das cuenta? Encontró algo casi tan censurado como ella- afirmó mi primera voz; creo escuchar un dejo de reconocimiento en su tono
-Es ganas nomás de seguir dándole argumento a las galerías para que le cierren la puerta en la nariz.- rezongó la de gafas, siempre tan superior. -¿Realmente creerá que desembarcar con una manada de tipos en bolas le va a conseguir que le permitan montar una muestra?-
Mi voz amiga, la delicada y etérea voz rubia, sale en mi defensa:
-Capaz que es una inteligente argumentación por el opuesto: cuando vean a sus muchachos desnudos capaz que le dicen que vuelva a sus chicas sin ropa, que de última son menos provocativas. Desnudos femeninos se han pintado siempre. Hace algo peor para que lo malo sea en definitiva menos grave.
Imagino a la voz de anteojos mirando a la voz rubia frunciendo el entrecejo como sospechando también de ella. Traduce:
-El gemelo malo y el gemelo más malo. Malísimo.
La primera voz suelta una carcajada:
-Ha logrado que hasta nosotras mantengamos diálogos idiotas.
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