Tras casi
treinta de años de búsqueda creo que finalmente encontré ese libro de autor y
título desconocido. Probablemente la
mitad de mi biblioteca –la de temática policial- sea consecuencia de esa
búsqueda empecinada. Le debo a ese
librito roto, sin tapa y sin sus páginas iniciales y finales, haber descubierto
autores maravillosos y a una cantidad de horas inolvidables y gratas enredada
en misterios y sospechas.
Pero,
decía, creo que finalmente lo encontré.
Siguiendo mi rutina de caza, compré entre otros títulos un librito usado
de editorial Kapeluz “Cuentos Policiales Argentinos” (Buenos Aires, 1995), con
selección de textos y estudio preliminar de Fermín Fevre. Ya desde la tapa auguraba a Borges y a Bioy, y eso sólo (aunque seguramente ya
hubiera leído esos cuentos y los tuviera en otros libros) era sobrado
justificativo para rescatarlo de los anaqueles de la librería de viejo de calle
Corrientes y lo trajera a casa.
Y todo
libro que compro tiene un mismo recorrido: primero mi mesa de luz, lectura apacible, después
lo inventarío en un archivo de mi computadora y lo llevo a mi biblioteca, en la parte alta de casa, y escojo cuidadosamente su lugar: por autor
inicialmente y por temática si no tiene antecedente.
Mi reciente
adquisición resultó deliciosa ya desde su primera página. Fermín
Fevre hace un compendio de los orígenes del relato policial y cita autores
y títulos, la mayoría que he leído y poseo, y recorrerlos de nuevo con él fue un
paseo divertido. Pasó de autores
internacionales a centrarse en los argentinos y ahí si bien conocía y
eventualmente había leído algo de cada uno de los citados mis posesiones eran
menores. Hasta que llegamos a la reseña
del año 1955:
“Año
1955: Se publica la novela La muerte baja en ascensor, de María Angelica Bosco, con la cual la
autora obtiene el Premio Emecé de 1954.
Novela ésta de buena factura y compleja trama, está ambientada en una
casa de departamentos de la calle Santa Fe.
Se da también a conocer Marco Denevi, que con
su Rosaura
a las diez obtiene el Premio Kraft. Se trata de una novela psicológica, muy bien
estructurada, que permite ser incluida en el género. Se publica también El asesino cuenta el
cuento, de Abel Mateo. (…)” (página
26, obra cit.).
La obra de
Bosco la conocía de referencia y a Deneví lo he leído y su Rosaura está
presente entre mis libros. Pero de Abel
Mateo era la primera vez que tenía noticia.
Y ese título “El asesino cuenta el cuento” era uno de los que
consideraba probable para mi libro buscado, sólo que en inglés –ya que los
personajes y el escenario que yo recordaba era británico o norteamericano-. Marqué la página (ya era entrada la noche cuando
leía esto) y me propuse indagar sobre este autor argentino.
Y (¡bendita!)
internet mediante, al día siguiente leía (artículo de Gonzalo Santos para Perfil):
“La literatura argentina abunda en grandes
olvidados que antes o después terminaron desenterrados de la amnesia general.
Pero aún no le llegó el turno a Abel Mateo, escritor de novelas policiales que
se ubica entre los pioneros de un género hoy en auge, pero que en los años 30
representaba casi un gesto de excentricidad. La literatura argentina abunda en
grandes olvidados que antes o después terminaron desenterrados de la amnesia
general. Pero aún no le llegó el turno a Abel Mateo, escritor de novelas
policiales que se ubica entre los pioneros de un género hoy en auge, pero que
en los años 30 representaba casi un gesto de excentricidad. (…) Para el crítico Jorge Lafforgue, autor junto
con Jorge B. Rivera del clásico ensayo Asesinos de papel (1977), si bien “sus
empeños no fueron revolucionarios (Borges, Walsh), ni brillantes (Bioy, Pérez
Zelaschi, Martini, Piglia, De Santis), su actual borramiento es inmerecido”. Si
revisamos diccionarios (de Adolfo Prieto a César Aira), manuales diversos e
historias (en la canónica de Enrique Anderson Imbert, que supo cultivar
el género en la misma época que Mateo, apenas aparece su nombre incluido en una
enumeración), es ninguneado una y otra vez.
En la página de la Biblioteca Nacional, donde debiera estar su biografía
dice: “Es el autor que más ha escrito en la tendencia policiaca”. Eso es todo.
Ni siquiera figura la fecha de su deceso…”
Bueno, un
autor olvidado con “obras editadas hoy inhallables” sonaba como muy apropiado,
aunque insisto que mi convicción era que yo buscaba a un escritor inglés o
norteamericano no un compatriota. Seguí
indagando por la web, que aunque no fuera el objetivo final de mi búsqueda ya
era objeto de mi total interés.
Y Google me trae el link a “El
asesino enamorado” de El Asesino cuenta el cuento (http://www.bn.gov.ar/media/page/el-asesino-enamorado.pdf),
y en el listado de personajes que encabeza el cuento me reencuentro
(¡finalmente! y juro que casi puedo llorar) con algunos de esos viejos personales perdidos: Percival Garden, Francine Viamont… ¡¡¡¡LO
ENCONTRE!!!!
Hay un
vértigo inenarrable en llegar a ese lugar al que durante tanto tiempo estuvimos
bregando por llegar sin creer realmente que arribaríamos alguna vez. Busqué ese libro perdido tanto tiempo, con
tanto tozudo empeño, dudando de que alguna vez lo encontrara. Cacería infinita por el placer de la caza
tras una presa que sospechamos inexistente.
Pero de pronto, sorpresa, lo encontré…
Rápidamente
me deshice de la emoción diciéndome que encontré autor, título y editorial pero que
todavía no tenía el libro en mis manos
(releerlo en línea no es exactamente lo
mismo que colocarlo en SU lugar en
el estante de mi biblioteca donde siempre podré volver a él). Mercado Libre mediante (que después de internet en general y Google en particular es la tercera pata
de mi Santa Trinidad) ubiqué un ejemplar disponible a la venta. Se supone que el sábado próximo me reuniré
con el vendedor y finalmente volveré a tener ese libro en mis manos y física y
oficialmente nos habremos reencontrado. La ansiedad
me impide hacer mucho más por estos días.
¿Con que
pasión perdida rellenaré el hueco que este encuentro imposible dejará vacante? ¿Detrás de
qué otra estrella fugaz e intangible podré corretear como excusa para
perder el tiempo entre libros viejos en librerías desordenadas llenas de polvo
y olor a vainilla? Tengo que hallar otro
grial que perseguir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario