Si uno se
empeña en esto de dedicarse al arte desde la periferia manteniéndose independiente de las “amistades
convenientes”, es imprescindible desarrollar la paciencia y contar con una
perseverancia próxima a la tozudez.
Tras
postularme para exhibir en un espacio de arte público y no habiendo obtenido de entrada
un rotundo “no” sino un detalle de
las condiciones del lugar y una tentativa disponibilidad, requiriéndome el
detalle de las obras a presentarse, el paso que doy por lógico consecuente es
determinar fecha para poder preparar la folletería y gestionar prensa e
invitaciones. Pero nada, silencio de
radio. Reitero mi mail con el detalle de
las obras. Vuelvo a indicar que necesitaría
confirmación con plazo mínimo para mandar a imprenta los catálogos. Sigue el silencio. Ni sí ni no ni blanco ni negro. Y sigo esperando. Avanzo con los detalles, para que si se
acuerdan de avisarme fechas de cuelga, inauguración y cierre, no me tomen por sorpresa.
Paciencia. Y si
no es ahí -porque al cabo resulta que no les intereso y en vez de decírmelo prefieren ignorarme- será en otro lugar. El
conjunto que quiero mostrar es el mismo en este espacio o en otro. Así que sigo.
Trabajo en el pie para mi Maniquí Decimonónico:
Una mesita alta de pino rústico, que pinto de
blanco, rosa y dorado repitiendo los colores de mi Maniquí. Agrego las mismas rosas de decoupage,
y reitero las rosas de papel de diario en una de las
patas:
Cuando sequen tendrán la misma gama de rosas y verdes que
el miriñaque y una capa gruesa de barniz para que aguanten adheridas a la
madera. Se exhiba dónde se exhiba el
Maniquí tendrá su pie con rosas de diario. Y si no se exhibe en ningún lado, también.
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