viernes, 15 de julio de 2016





     Si uno se empeña en esto de dedicarse al arte desde la periferia manteniéndose independiente de las “amistades convenientes”, es imprescindible desarrollar la paciencia y contar con una perseverancia próxima a la tozudez.

     Tras postularme para exhibir en un espacio de arte público y no habiendo obtenido de entrada un rotundo “no” sino un detalle de las condiciones del lugar y una tentativa disponibilidad, requiriéndome el detalle de las obras a presentarse, el paso que doy por lógico consecuente es determinar fecha para poder preparar la folletería y gestionar prensa e invitaciones.  Pero nada, silencio de radio.  Reitero mi mail con el detalle de las obras.  Vuelvo a indicar que necesitaría confirmación con plazo mínimo para mandar a imprenta los catálogos.  Sigue el silencio.  Ni sí ni no ni blanco ni negro.  Y sigo esperando.  Avanzo con los detalles, para que si se acuerdan de avisarme fechas de cuelga, inauguración y cierre, no me tomen por sorpresa.

     Paciencia.  Y si no es ahí -porque al cabo resulta que no les intereso y en vez de decírmelo prefieren ignorarme- será en otro lugar.  El conjunto que quiero mostrar es el mismo en este espacio o en otro.  Así que sigo.  Trabajo en el pie para mi Maniquí Decimonónico:




     Una mesita alta de pino rústico, que pinto de blanco, rosa y dorado repitiendo los colores de mi Maniquí.  Agrego las mismas rosas de decoupage, 




y reitero las rosas de papel de diario en una de las patas:







     Cuando sequen tendrán la misma gama de rosas y verdes que el miriñaque y una capa  gruesa de  barniz para que aguanten adheridas a la madera.  Se exhiba dónde se exhiba el Maniquí tendrá su pie con rosas de diario.  Y si no se exhibe en ningún lado, también.








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