Sin
desconocer mi natural y siempre presente avidez por aprender cosas nuevas, mis
prejuicios actúan de barrera automática al constante y monótono aggiornamiento de los juegos
publicitarios. Igual tuve que soportar
que durante casi una hora me explicara el inbound marketing (técnicas de
mercadeo de atracción), los criterios más astutos para calificar a los
contactos interesados (lead scoring) y cuáles serían los pasos indicados y seguros
para pasar del indie (movida independiente y marginal) al mainstream (la supuesta
gloria y fortuna). Por más gestos,
actitudes y palabras directas que expresaron mi total desinterés por el tema,
el parloteo en tono de verdad revelada no se detuvo. Aburrimiento y resignación. Soy experta en eso.
Supongo
que él cree que de cualquier manera algo de todo eso se me queda rondando en el
inconsciente. Que por hartazgo me va a
convencer. O a hipnotizar para que acuda
dormida al manual de reglas obvias del
buen publicista y las use después despierta para condicionar mi trabajo. No me entiende que no-se-pue-de. Que en una
actividad tan inútil, poco práctica y absolutamente antieconómica como el arte
uno no va armando estrategias de comercialización cuando se deja llevar por las
líneas y del color. Podrá quizá
razonarse un poco cuando se decide en qué lugar exponer o a que evento enviar determinada
obra, más por prudencia que por especulación
Pero no mucho más que eso. Si uno
trata de ser honesto (es decir, se dedica al arte porque intenta ser artista y no para ser personaje de moda
que factura a gran escala) está demasiado ocupado en desarrollar y definir su
obra como para jugar a otras cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario