viernes, 4 de noviembre de 2016







     Tras escuchar en la radio una sarta de estupideces –que soporté estoicamente mientras esperaba que se calentara la pava para poder tomar un mate-  encendí la computadora para revisar los mails e hice bingo con más estupideces para mi colección del día.  Deberían existir límites...  Después de oír a galeristas y artistas (seudo artistas, con perdón) decididamente estúpidos en su pose y discurso, pasar a leer respuestas y comentarios de curadores (seudo curadores / artistas frustrados vendidos al mejor postor por un conchabo pago con el erario público), también manifiestamente estúpidos, resulta de-ma-sia-do para cualquier ser pensante y coherenteInsisto: debería existir un límite.







    Acepto que yo debo estar un poco susceptible.  “Sensible” diría alguno de esos estúpidos.  Propensa a tomar como algo personal lo que es ni más ni menos que la chatura mental y el comportamiento ad hoc de  personas que bailan al son de la música que  toca el mercado, con el único objetivo de no perder ese mísero lugarcito que les asegura pertenecer mientras se acate todo sin cuestionar.  Bonito, barato y estúpido. Y obvio.  Y repetido.  

     Si encajar implica no diferenciarse mucho del resto, porque esa similitud evita correr riesgos, mimetiza y resguarda en el montón, prefiero seguir apostando por la diferencia que termina dejándote en la más absoluta soledad.  Debería agregar en mi dossier como advertencia de seguridad: Atención! Artista poco sociable no adherente a las tendencias de turno.  ¿Queda lo suficientemente claro?  No tengo interés en pertenecer a nada.









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