Tras
escuchar en la radio una sarta de estupideces –que soporté estoicamente mientras esperaba que se calentara la pava
para poder tomar un mate- encendí la
computadora para revisar los mails e hice bingo con más estupideces para mi
colección del día. Deberían existir
límites... Después de oír a galeristas y
artistas (seudo artistas, con perdón)
decididamente estúpidos en su pose y discurso, pasar a leer respuestas y comentarios
de curadores (seudo curadores / artistas
frustrados vendidos al mejor postor por un conchabo pago con el erario público), también manifiestamente estúpidos,
resulta de-ma-sia-do para cualquier ser pensante y coherente. Insisto: debería existir un límite.
Acepto que
yo debo estar un poco susceptible. “Sensible” diría alguno de esos
estúpidos. Propensa a tomar como algo
personal lo que es ni más ni menos que la chatura mental y el comportamiento ad
hoc de personas que bailan al son de la música que toca el
mercado, con el único objetivo de no perder ese mísero lugarcito
que les asegura pertenecer mientras se
acate todo sin cuestionar. Bonito,
barato y estúpido. Y obvio. Y
repetido.
Si encajar implica no
diferenciarse mucho del resto, porque esa similitud evita correr riesgos, mimetiza y resguarda en el montón, prefiero seguir apostando por la diferencia que termina dejándote en la más absoluta soledad.
Debería agregar en mi dossier como advertencia de seguridad: Atención!
Artista poco sociable no adherente a las tendencias de turno. ¿Queda lo suficientemente claro? No tengo interés en pertenecer a nada.
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