Post data: En español es más o menos esto:
Crónicas
de un artista independiente del fin del mundo.
A la
libertad básica que implica dedicarse al arte, el ser autodidacta y tratar de
moverse en el mercado de modo auto-gestionado la aproxima a una especie de exageración
del espíritu libertario. También es un
jugar a ciegas a prueba/error sin estar nunca seguro de nada. Pero la libertad libre tiene ese lado bueno
de jugar sin reglas y sin dar explicaciones.
Aunque a veces uno quiere que lo entiendan e intenta dar cierta forma
lógica a un modo de vivir y de pensar que –quizá-
no sea muy razonable.
Intenté
explicarle por qué quemo el papel sobre el que trabajo –acción que llamamos “intervenir con fuego” para sonar más a
galerista o curador-.
El papel
aguanta todo, y al quemarlo, no sólo se modifican las texturas del soporte sino
que se aportan formas y tonalidades caprichosas que van a condicionar la obra
de modo único e irrepetible. El fuego no
puede ser del todo dirigido ni controlado, y la reacción de los distintos tipos
de papel es impredecible. Claro que he
arruinado muchos trabajos, ¡montones de ellos!, pero los que sobrevivieron han
quedado dotados de esos detalles que los vuelven especiales.
Los bordes
desparejos, esos oscurecimientos donde estuvo el fuego pero no consumió del
todo, esos cortes que hacen que la imagen se deslice de un tipo de papel a otro
dando profundidades paralelas a la de la pintura o el dibujo, permiten sugerir múltiples
dimensiones posibles en las que el espectador podrá bucear con el aporte de su
propia memoria.
El fuego habla de que hubo algo más que ya no
está permitiendo un resultado final diferente, como una invitación a considerar
todas las posibilidades que se encierran en cada rincón de nuestro
entorno. Habla de la fragilidad pero
también de la fuerza, de la persistencia de la fuerza vital de la humanidad que
siempre ha podido reconstruir sobre las cenizas.
Buenos
Aires, 8 noviembre 2016
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