Obras de dobles versiones.
Hay días hay días que
Nacen sin tu luz
Hay días hay días
Yo hago de todo por volverte a ver...
Miguel Bosé - Alejandro Sanz, Hay días
En pocas
oportunidades (puedo recordar tres casos concretos), “repetí” una obra que había seguido un rumbo distinto al mío por la única
razón de extrañarla. La primera fue La
Muerte del Rey de Copas, obra que reconozco como iniciática de mi
independencia estética (léase: fue la
primera vez que hice realmente lo que me vino en ganas), que quedó en manos
de alguien con quien perdí todo contacto a principios de 1992 y de la que no
conservo ni una foto decente. Había
estado colgada junto a mi cama, y era lo primero que veía al despertarme. Irracionalmente, la saludaba cada mañana y le relataba los
planes del día. Era una especie de cómplice, silente e introspectivo pero
siempre sonriente. Cuando ya no la tuve
me ganó la angustia de su ausencia. Hice
una segunda versión más pequeña y no tan libre.
La vendí un año después, a media noche, en una muestra en Parque Lezama. Y aunque aun hay días que se me da por extrañarla,
he aceptado que no es el destino que me corresponde el de conservar a mis reyes
conmigo.
En el año
2005 formé parte de una bienal de arte contemporáneo en Arad, Rumania (http://www.aradbiennale.org/pagineartistimondo/GabrielaFarnell.htm). La obra participante , tras el evento, quedaba a los
organizadores en carácter de donación. Allá fue El Mapamundi de Colón – Las Américas.
Aunque la hice a conciencia de su
destino y nuestra pronta separación, fue un trabajo que me gustó mucho, probablemente porque la carta de marear atribuida a Colón que tomé de base del diseño me
llevó a investigar y a leer mucho sobre el Almirante. Debe habérseme mezclado el disfrute de pintar
con el placer de leer. Un par de años
después hice, sólo para mí, una segunda versión menos trabajada, a modo de
boceto retrospectivo. En mi código
personal, esa obra actúa como augurio de lo posible, la sospecha de que la victoria sólo se
alcanza con la fuerza de la convicción. Que
siempre vale la pena correr el riesgo y hacerse a la mar, aunque no sepamos con exactitud a dónde estamos yendo…
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