Insisto: esto no era posible antes de la masividad de la Web. Somos una generación de artistas dotada de
una herramienta magnífica destinada a cambiar por completo las reglas del
mercado del arte.
Las
redes sociales tienen todas las fallas y todos los riesgos que constantemente
nos señalan, pero como herramienta también tiene la chance de un uso
inteligente y ético, posibilitando el acortamiento de las distancias y la
indiferencia al tiempo. El arte en la
era de internet se vuelve concretamente accesible, tiene caminos directos y
sencillos entre artista/espectador/coleccionista, y esa accesibilidad libera al artista de su histórico
sometimiento a los capitostes del mercado.
Se puede sin galeristas ni curadores,
sin marchands ni arts-dealer poderosos, mover la obra de una punta a la otra
del planeta y lograr que ésta se encuentre con ese espectador ideal con la que completa
su discurso.
Café Paris
se halla camino a Devon, UK. ¡Gracias Caroline Hall
por hacerme conocer el final de la historia!
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