-Y tratá de no distraerte…- dijo a
manera de saludo de despedida. Claro, me acababa de dejar la data de un par de galerías porteñas con las que puedo
negociar para montar una individual en la segunda mitad del año. Pagando, por supuesto, pero dentro de lo
accesible a mis posibilidades. Es
cuestión de analizar cuál de los espacios es más apropiado para mi obra,
sabiendo cuales formarán parte de la exhibición, y comenzar con el enmarcado de
las elegidas y el diseño de catálogos y material de publicidad. Todo muy profesional, seriamente organizado. Era, hasta ese momento, lo único que quería
hacer. Imposible distraerme con otra
cosa.
Y todo
bien, empecé a trabajar en ese proyecto cuando comprendí, por pura lógica, que
si voy a enmarcar nueva obra necesito espacio para su debida guarda (las obras sobre papel ocupan un espacio
razonable sobre mi tablero, los marcos con vidrio además de sumamente frágiles requieren más lugar). Así que
nuevamente fui toda dispuesta a acomodar mi taller, repitiéndome como mantra hipnótico
que iba a tirar cosas viejas, inconclusas o fallidas.
Las
buenas intenciones me duraron los diez segundos que me llevó llegar al
rincón donde amontono algunos amagues de esculturas de papel que se
malograron. Entre ellas, el inicio de un
flamenco que lleva más de dos años abandonado, con las patas perdidas por ahí
después de asumir que era imposible asegurarlas al cuerpo y lograr la unidad de
la pieza. Juro que iba a tirar todo, cuerpo de pajarraco
y sus absurdamente débiles patas. Pero
al volver a prestarle atención creí vislumbrar dónde había estado el error
inicial y, sólo para comprobar el punto, intenté otra vez unir los pedazos… Y ahí estuve perdiendo el fin de semana,
jugando con mi flamenco (al que en la
intimidad de mi taller llamo mi garza).
Pero diré
que la garza no fue realmente el problema, sino que por asociación de ideas
mientras dejaba secar los recortes de diarios que componen la cola de
plumas, empecé a diseñar unas muñequitas de rollo de cocina que quiero hacer al
estilo de la commedia dell´Arte. Me
propuse desarrollarlas al revés de todo lo que he hecho antes, es decir, en vez de
empezar por el cuerpo limitarme a las cabezas para darle preeminencia a los
rostros y, de las cabezas que resulten satisfactorias, seguir para abajo.
Y sí, evidentemente, ya estoy
distraída en otra cosa...
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