martes, 17 de abril de 2018




          -Y tratá de no distraerte…- dijo a manera de saludo de despedida.  Claro, me acababa de dejar la data de un par de galerías porteñas con las que puedo negociar para montar una individual en la segunda mitad del año.  Pagando, por supuesto, pero dentro de lo accesible a mis posibilidades.  Es cuestión de analizar cuál de los espacios es más apropiado para mi obra, sabiendo cuales formarán parte de la exhibición, y comenzar con el enmarcado de las elegidas y el diseño de catálogos y material de publicidad.  Todo muy profesional, seriamente organizado.  Era, hasta ese momento, lo único que quería hacer.  Imposible distraerme con otra cosa.

     Y todo bien, empecé a trabajar en ese proyecto cuando comprendí, por pura lógica, que si voy a enmarcar nueva obra necesito espacio para su debida guarda (las obras sobre papel ocupan un espacio razonable sobre mi tablero, los marcos con vidrio además de sumamente frágiles requieren más lugar).  Así que nuevamente fui toda dispuesta a acomodar mi taller, repitiéndome como mantra hipnótico que iba a tirar cosas viejas, inconclusas o fallidas.

     Las buenas intenciones me duraron los diez segundos que me llevó llegar al rincón donde amontono algunos amagues de esculturas de papel que se malograron.  Entre ellas, el inicio de un flamenco que lleva más de dos años abandonado, con las patas perdidas por ahí después de asumir que era imposible asegurarlas al cuerpo y lograr la unidad de la pieza.   Juro que iba a tirar todo, cuerpo de pajarraco y sus absurdamente débiles patas.  Pero al volver a prestarle atención creí vislumbrar dónde había estado el error inicial y, sólo para comprobar el punto, intenté otra vez unir los pedazos…  Y ahí estuve perdiendo el fin de semana, jugando con mi flamenco (al que en la intimidad de mi taller llamo mi garza).








     Pero diré que la garza no fue realmente el problema, sino que por asociación de ideas mientras dejaba secar los recortes de diarios que componen la cola de plumas, empecé a diseñar unas muñequitas de rollo de cocina que quiero hacer al estilo de la commedia dell´Arte.  Me propuse desarrollarlas al revés de todo lo que he hecho antes, es decir, en vez de empezar por el cuerpo limitarme a las cabezas para darle preeminencia a los rostros y, de las cabezas que resulten satisfactorias, seguir para abajo.  
















     Y sí, evidentemente, ya estoy distraída en otra cosa...










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