Después de tres días de fiebre, lo único que rescato del desagradable estado de semi-alucinación permanente y la convicción de que mi cerebro se estaba resquebrajando como una porcelana vieja, es la inesperada visualización de La Santa Inquisición II: La cruzada albigense – Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos.
Inesperada porque estaba aprontándome para empezar a trabajar en La Inquisición en América, compilando material sobre el Tribunal de Extirpación de Idolatrías, creado en 1570, versión americana de la Inquisición para la vía libre al exterminio de los “idólatras” originarios.
Pero la fiebre y mi subconsciente maltratado por la peste, lidiando con mi La lista de los Ángeles, pese no haber podido disfrutar a pleno todavía mi reciente adquisición de The Male Nude de David Leddick, de editorial Taschen, y la eterna presencia de los cátaros (que no se por qué comparecieron cada vez que por la noche la temperatura rostizaba mi cabeza) me aportaron la certeza absoluta de que tenía que postergar mi versión americana y avocarme a la albigense. Y, créase o no (o créase que estoy absolutamente loca), hasta podía escuchar a voz del Arnaud Amaury en mi delirio febril.
“Albi, de “albigense”, la más célebre herejía de todos los tiempos. (…) “Matádlos a todos, Dios reconocerá a los suyos.” El único lema del conflicto cátaro que ha pasado a la posteridad se atribuye a Arnaud Amaury, el monje que dirigió la cruzada de los albigenses. Un cronista refirió que Arnaud dio su orden fuera de la ciudad comercial mediterránea de Béziers, el 22 de Julio de 1209, cuando los guerreros cruzados, a punto de tomar la población por asalto tras haber abierto brecha en sus defensas, se dirigieron a él en busca de consejo sobre como distinguir al católico creyente del cátaro hereje. Las sencillas instrucciones del monje fueron obedecidas, y todos sus habitantes –más o menos veinte mil- asesinados indiscriminadamente.” Stephen O´Shea Los Cátaros Ediciones B S.A. Buenos Aires 2005, pàgina 19/24
La nota correspondiente que aparece a página 336 de la obra de O´Shea agrega: “Esta orden apareció por primera vez en DIALOGUS MIRACULORUM del monje cisterciense Cesáreo de Heisterbach, que escribió su admirativo relato de la cruzada unos treinta años después de finalizada. (…) No obstante, modernos eruditos han señalado que esas palabras se hacen eco de pasajes de Timoteo 2,2,19 y los Números 16, 5, Como señala el escrupuloso Malcom Lambert en la p. 103 del The Cathars (La otra Historia de los Cátaros): ´Según ello, es más probable que estas palabras salidas de la boca de un miembro de la jerarquía (es decir, Arnaud Amaury) sean auténticas´.”
A el papa Fransisco no le gusta esto.
ResponderEliminarI.E.F.
Correccion de la firma anterior; I.E.F.V.P.W.L.G
EliminarConcuerdo con eso. Lo contrario sería asumir que al papa le parece bien la barbarie de las cruzadas, en especial la de Albi.
Eliminar