En
época de tantos brindis (o de excusas aceptables para ellos) uno debería tener
más cuidado en enredarse en conversaciones presuntamente interesadas en lo que
uno hace. Porque el exceso de proclamas de buenas intenciones hace que uno baje la guardia y peque de innecesaria
sinceridad. Debo recordar que cuando
alguien, quién sea, me pregunta “¿Qué
vas a hacer con esto?” (“esto”
alguna serie de dibujos sin terminar, en el caso las bases de mis Postales Victorianas), sólo hace una
pregunta de cortesía, y que la simple respuesta de “terminarlas” o “exponerlas
en algún lado” es más que suficiente. Y todos contentos.
Pero
yo estaba en ese estado amablemente expansivo que genera la cantidad exacta de
alcohol (ni tanto ni tan poco); y entre augurios de prosperidad en el año
que se inicia creí necesario explicarle que estaba persiguiendo:
Todo
es tantas cosas -le dije-, que habitualmente se nos pasa de largo más de la mitad de sus
significancias. Con mis Postales Victorianas quiero detenerme en las contradicciones tanto
culturales como temporales (hasta acá
puso cara de estar prestándome atención aunque probablemente mi voz le hacía de
música de fondo). ¿Es la pornografía
sólo pornografía, o el arte erótico es temporalmente pornográfico? O no, y aunque
lo sea ¿deja por eso de ser una manifestación netamente cultural? (ahí, al irrumpir el término pornografía, se
le activó el radar y me miró con espanto).
Si vos agarrás hoy una serie de postales victorianas te van a parecer
pavas, no las vas a calificar de “porno”, mucho menos después de los extremos
que internet facilitó a la visión pública.
La esencia de lo pornográfico estaba en lo escaso, en lo prohibido, en
su difícil acceso. Cuando la web te lo
planto en pantalla ante cualquier búsqueda inocente, la habitualidad quitó
impacto y reservó a lo más excesivo y border la calificación de porno (cara elocuente de “de qué me está hablando”,
revoleando la vista a los costados en búsqueda de auxilio). Las imágenes victorianas, entonces prohibidas
y escandalosas, ya son desnudos clásicos tintos de ingenuidad. Cambió la visión, cambiaron los códigos. Pero ¿cambiaron? Es cuestión de la lectura que hacemos, del modo en que el
espectador mira. Entonces, ¿puede
que mis Postales sigan siendo
tan procaces si logro que las mires con la mirada adecuada? Pero a la vez, objetivamente, siguen siendo imágenes
bellas, de un tiempo en el que las formas eran lo más importante, aunque las
veamos en un tiempo en el que la forma es tan vacía como el contenido mismo. Quiero que el espectador caiga en la lectura
de ese código protocolar del entorno, porque lo que digo y como lo digo es
parte del juego. ¿Y qué te digo? (Huye,
huye, la loca se brotó...) Repito esa
pregunta boba de si el arte erótico es pornográfico o lo porno es una forma de
arte. Y es boba porque no hay
dicotomía. Todo es todo, todo es el
aleph. Depende del ángulo, ¿entendés?;
el ángulo en que te pares, la hora, tu estado de ánimo. Un día un desnudo te puede conmover por su
vulnerabilidad, por lo efímero de la belleza en su imperturbable eternidad dentro del ideario de la humanidad. Otro día te
excita por su sólida carnalidad. Otro día
te es por completo indiferente Como la
pornografía, que demasiado pronto te aburre.
O algo así.
Ella quería poner kilómetros de distancia,
supongo que su instinto le decía “no
contradigas a la loca, mantenela tranquila”, así que su comentario de
circunstancia a mi postulado estético fue “que lindo”, aunque lo agudo de la voz le delató el aterrorizado disgusto. A
mí me causó risa, no ella sino yo que, como de costumbre, le tiro margaritas a
los chanchos. Y es cierto, me dije mientras ella retrocedía apurada diciendo que iba al baño, todo
es cuestión de ángulos.
Al año que comienza yo
le pido suaves sonidos
Le pido que ilumine el pasillo de los egos
Le pido que aprendamos a vivir poniendo huevos
Pongamos algún límite a la sangre
Y quiero que el Marine, se convierta en Marinero ...fe
Yo quiero que se lleve tu dolor ...fe
Alejandro Sanz, El
silencio de los cuervos
Post
Data: Probablemente no
se me crea, pero tras subir esta entrada entré a mi twitter y me encontré con
esto:
¿El
destino me hace de exégeta?