miércoles, 16 de diciembre de 2015


      Siguiendo mi costumbre de fascinarme con la basura, hace meses sucumbí a una vieja mesita de madera, estilo años sesenta (según yo) que estaba tirada en la calle a un par de cuadras de mi casa , esperando el camión recolector de residuos. 

     Tras un brote neurótico de desesperación por apropiarme inmediatamente de ella (lo que llevó a que movilizara a otra gente en mi auxilio, ya que por su tamaño y peso no me la podía traer en brazos –aparte de la vergüenza que me daba que los vecinos me vieran-), cuando la tuve en mi taller comprobé que le faltaba una pata y que la tapa estaba completamente saltada por la humedad.  Saqué pedazos de madera irremediablemente arruinada, y con sogas y papel traté de recomponerla.  Le dibuje un rostro de Mucha y con distintas pinturas y lacas la fui reciclando.  Pero nunca la terminé porque el daño originario seguí notándose en el desnivel de la superficie.  Iba a usar vidrio líquido, pero no logré completar los bordes como para retenerlo y generar la autonivelación. Y ahí quedó, medio olvidada mientras me entretenía con otras cosas.  Hace poco alguien la vio y me la pidió.  Y me comprometí a terminarla de una vez y regalársela. 


       Mejoré algunos puntos, acentué colores, craquelé con distintas pátinas doradas,  pero el desnivel de la tapa me sigue molestando.  Estoy especulando con pinturas dimensionales para falsear la superficie y disimular un poco más, y tal vez incorporar un largo florero de vidrio para irme en un ángulo hacia arriba (con narcisos tal vez, o una vara de gladiolos blancos si fuera temporada) y distraer la atención.  Pero a mi disgusto de regalar algo que no me termina de satisfacer, se le suma esta sensación de que no está bien que regale algo que saqué de la basura, y menos para Navidad.  Tengo que recordarme no regalar cosas que están a medio hacer, ya que mi control de calidad personal se vuelve insufrible cuando el resultado de mi trabajo no me complace en un, por lo menos, 70%.  Mi mesita chueca me está resultando hoy un auténtico dolor de cabeza.














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