Si se
tratara de lo que uno quiere, me quedaría tranquilamente en mi taller
terminando mi cacharro navideño y esbozando los textos de mis Postales Victorianas. Pero nunca es lo que se quiere, sino primero
lo que se debe, después lo que se puede y en tercer lugar lo que se le ocurra
al caprichoso destino que nos corresponde.
Lo que queremos va allá lejos, al final último de la lista de
pendientes.
Pero
será la edad o el calor, mi cabeza confabula con mi desánimo y lo que debo
hacer tampoco se hace, ganada por el desgano y esta sensación de tic-tac de
bomba activada. ¿Cuánto más se puede
aguantar sostenida sólo por la buena voluntad?
El arte es inútil, lo aceptamos, pero es lo único que nos importa. Y esta mañana todo lo demás, lo útil y necesario,
me tiene por completo sin cuidado.
Arrancamos mal la semana.
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