sábado, 19 de diciembre de 2015


     Sobre la capacidad de visualización proyectiva del artista (o sobre la más absoluta y completa casualidad)

    El asunto es así.  Fines del año 2003, en los inicios mi serie Cartográfica (dibujando sobre papeles artesanales que intervenía con fuego), preparo una obra para enviar enrollada a un concurso internacional, el I Certamen Internacional de Arte de Guadalajara 2004, Casa de los Colomos Centro Municipal de Arte y Cultura de Guadalajara, México. 

     Quizá porque estaba dentro de mi temática más visceral (la figura femenina en general y el desnudo en particular), por el bagaje histórico-cultural del lugar al que la enviaba (México) o vaya a uno a saber por qué libre asociación de ideas, surgió la primera versión de Resabio de Conquista: cartografía antigua de América, ruinas medievales y una mujer surgiendo poderosa de entre todo eso, con la barbilla alzada en desafío evidente al destino.  Tras la circunstancial conquista el poder real.  O algo así.




    La obra viajó, ganó una mención, se quedó en donación allá. Pero como la idea me gustaba (mucho), reelaboré la obra para mí autorizándome todas las licencias del caso.  Recuperé el modelo original que usé de la figura femenina y años después rehice el trabajo (con más técnica, con color, luciendo el conjunto –a mi criterio- mucho más maduro).




     Ahora bien, la cuestión viene sobre mi modelo común de las dos versiones: la tapa de la revista Viva del Diario Clarín  del  22 de septiembre de 2002.




     La modelo de ese número especial de moda era Carolina Ardohain, una jovencísima Pampita, que en la postura y con su perfecta línea de mandíbula era esa América llena de futuro que surge de entre los restos de la conquista.  Esa vieja foto me hablaba a mí (allá en el 2003 iniciario) de poder reconstructivo, de capacidad –netamente femenina- de sobreponerse a los escollos del destino. 

     Hoy miro esa foto y me parece solo una muchachita linda y menuda en una pose que destaca el cuello y los pechos, pero entonces evidentemente leí la fuerza que me interesaba destacar.  Al correr de los años, esta modelo se hizo popular y masivamente conocida por su belleza, su carácter y por su trágica vida personal, que aun hoy sigue repercutiendo en los medios.  Y lo que se cuenta (con su margen de dudosa credibilidad) es que es una mujer difícil, de armas tomar, alguien que da batalla.  

     ¿Esa capacidad de lucha es lo que vi en la foto del 2002 y me inspiró Resabio de Conquista?  Me digo que no, que como puede verse eso en una foto convencional de moda.  Me atrajo la pose, la clara línea del cuello y el anclaje del cráneo, seguramente la estética anatómica que coincidía con mi concepto intelectual.  Pero es mucha, mucha casualidad que esta chica, Pampita, en la vida real resulte alguien que emerge arrogante de dramas tan desgarradores como la muerte de una hijita o la traición reiterada, humillante y pública de su cónyuge. 




    Yo sigo mirando la tapa de Viva y trato de adivinar en qué se notaba, hace trece años, ese sólido carácter y feroz temperamento.  Qué vi, si es que había algo que la delataba.  Y racionalmente sólo puedo concluir que se ha tratado de una absoluta casualidad. 





 Post data: Si, ya sé que había contado la historia de Resabio de Conquista en la entrada del 26 de julio de 2014 “En defensa del (auto) plagio”.  Pero estos días ha estado la pobre Pampita hasta el hartazgo en los medios, rebotando en boca de todos, y no pude evitar revolver en mi archivo en búsqueda de la foto original y preguntarme si ya en 2002 estaba trazado en su rostro este destino  terrible de hoy.  ¿Qué vi?




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