Aunque como toda persona sensata mi relación con la política
en general y con los políticos en particular es de absoluta desconfianza tinta por ratos de digna indiferencia, es
inevitable que esta mañana uno esté predispuesto al entusiasmo.
Parece, parece con signos concretos de
credibilidad, que vamos a volver a
parámetros de cierta normalidad. Parece que cuando un artista ignoto (pongamos como ejemplo: yo), vaya a una
institución pública a consultar los pasos para postularse a un espacio de exposición
ya no le van a decir “hablá con La
Cámpora”.
Parece
que cuando intente enviar obras a un concurso de arte o a una muestra en el
exterior será la Secretaría de Artes Visuales la encargada de
autorizar la salida temporaria, y ya no habrá un jovencito prepotente de Aduanas diciéndome con arrogancia “para nosotros todo es mercadería, todo envío
se trata igual; contratá un despachante de aduanas”.
Parece que en las áreas de cultura
volverá a hablarse de cultura, que la política de barricada volverá a la unidad
básica o a los bares de trasnoche, y que a los que queremos trabajar sin pedir
fondos del Estado se nos permitirá hacerlo, sin paga pero sin obligadas
genuflexiones varias.
Parece que las cosas abandonan The
Twilight Zone para retornar a la razonabilidad de la lógica más
elemental.
Parece…
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