viernes, 30 de octubre de 2015

Sobre las coincidencias (o las escusas para salir de cacería de libros).




     Creer o reventar, a veces las coincidencias se dan de un modo que hacen sospechar que realmente hay un demiurgo con muchísimo sentido del humor manipulándonos la existencia.

     El pasado miércoles a media tarde disfrutaba de la lectura mientras volvía en el 37 de Capital a Lanús.  Estoy tratando de hacer durar el segundo libro del Comisario Ricciardi que compré por la sencilla razón de que todavía no pude conseguir más de él; por eso me lo reservo para estos ratos de exclusividad mutua en los largos trayectos en colectivo. Compenso el fastidio del traqueteo incómodo del traslado con el goce de mis lecturas favoritas.

      Y en ese rato de placer di con una escenita que es una de las más deliciosas que me he topado en un policial.  Tan bien escrita que resulta visual, con el timing de una puesta teatral,  y una escueta precisión en la pintura de los personajes que los hace cercanos y creíbles.  La escena es  perfecta para la trama, para el desarrollo psicológico de los caracteres y para el éxtasis del lector. Tanto me gustó, que estuve el resto de la tarde contando a mis circunstanciales interlocutores –aunque no viniera al caso quizá- sobre este autor que estoy descubriendo y de uno de los personajes que se incorpora al tope de mi panteón de fetiches literarios.

     Y hace un rato una amiga (sabedora de que no tengo Facebook por lo que era poco probable que yo me enterara por esa vía) me envía una captura de pantalla de su muro:






    Me cuenta mi amiga que le insistí tanto los últimos días con la novela que estaba leyendo, que ingresó en su barra de búsqueda al autor para  indagar sobre su obra y evaluar por su cuenta el fundamento de mi nuevo fanatismo.  Y se topó conmigo, y me hizo partícipe. 

  Me quedé gratamente sorprendida un instante, para enseguida pasar a la más profunda desesperación, al ir a la página oficial de Maurizio de Giovanni (https://www.facebook.com/MdGOficialFanClubEspanayLatinoamerica/) y descubrir la cantidad de títulos que no tengo ni he leído aun.  Ni que decir que la perspectiva de ya no tener que regatearme la lectura (que voy a liquidar en cuanto termine de escribir esto) ante la existencia de más historias del fascinante Comisario Ricciardi circulando por el planeta me ha alegrado el día, la semana y probablemente el mes. 

     Pronta a salir en una nueva cacería de libros (¡placer de placeres!) transcribo a continuación la escena maravillosa a la que me refería más arriba:




     “Ricciardi se volvió para buscar al camarero y hacerle el pedido al tiempo que echaba un vistazo a su alrededor.  Vio la mirada de envidia de por lo menos cuatro hombres, entre ellos, el que iba enteramente de blanco.  Vio la curiosidad de tres señoras, que trataban de catalogar a la pareja desconocida.  Vio el cadáver del abogado que miraba la entrada con su único ojo, preguntándose sin cesar cuándo el cornudo ese dejaría libre a su esposa.

  Y vio a Sebastiano que susurraba al oído de Enrica, mientras ella miraba hacia donde estaba Ricciardi con los ojos anegados en lágrimas.

(…)

  De pronto, Ricciardi tuvo la sensación de haberse convertido en el centro del universo: Livia lo miraba y le sonreía; Enrica lo miraba y lloraba; el abogado muerto lo miraba y le hablaba; los parroquianos presentes en el café lo miraban y murmuraban; el camarero, que se le había acercado con presteza, lo miraba y le preguntaba qué deseaba.  El único que no le hacía caso era el joven que acompañaba a Enrica, ocupado en sus susurros, y, por absurdo que pareciera, le estuvo agradecido  No estaba hecho para encontrarse en semejantes situaciones.”


Maurizio de Giovanni, El verano del Comisario Ricciardi  Random House Mondadori SA – Lumen, Buenos Aires 2013, páginas 169/171.-







No hay comentarios:

Publicar un comentario