lunes, 12 de octubre de 2015



     “El español inició una explicación ordenada de los enigmas colombinos.  El primer misterio, y uno de los más significativos, era su origen.  Tradicionalmente aceptada la procedencia genovesa, no existían pruebas sólidas que confirmaran el origen italiano del marino.  Frene a teorías que apuntaban a un origen portugués, francés o de algún otro país europeo, las tesis más consolidadas y sobre las que estaba investigando en ese momento se dirigían hacia un origen catalán o balear.
-La procedencia genovesa, aunque sigue siendo la más afamada, es muy cuestionada por muchos historiadores.  Entre otras razones, es extraño que Colón no utilizara nunca el italiano ni para dirigirse a los banqueros genoveses, como demuestran múltiples escritos de la época- explicó el español-.  El origen catalán del Descubridor, por ejemplo, estaría avalado por el hecho de proceder de una familia judía conversa; dato que Colón podría haber intentado ocultar durante toda su vida, y de forma permanente en sus negociaciones con los Reyes Católicos debido a la expulsión de los judíos que estos decretaron y a la fuerte aversión que se produjo hacia aquéllos en los años siguientes.  Por tanto, no es nada descabellado pensar que nuestro Almirante pudo haber nacido en Cataluña o bien en algún lugar de las islas Baleares.
-Tengo entendido que también hay propuestas un tanto alocadas sobe el origen del Almirante ¿Es así?- preguntó la mujer.
-Sí.  Existen teorías muy alejadas de la realidad- continúo Oliver-.  Estas apuntan a que Colón nació en América, procedente de algún remoto lugar poblado por templarios que habrían abandonado el puerto de La Rochelle el 14 de octubre de 1307, sin rumbo conocido.  Es cierto que cuando el rey de Francia Felipe IV el Hermoso y el canciller Guillermo de Nogaret ordenaron apresar a todos los templarios, éstos desaparecieron sin dejar rastro y nunca más se ha sabido de ellos.  Los que apuntan esta procedencia templaria del Almirante sustentan su teoría en que Colón tenía conocimientos náuticos muy superiores a los de su época, y que conocía perfectamente la dirección que habría de seguir para llegar al Nuevo Mundo. (…)
-…El segundo enigma, aún más significativo que el anterior, señala que Colón tenía conocimientos náuticos avanzados para su época, desconocidos para los grandes marinos del momento.  Son muchas las fuentes que apuntan que conocía con anticipación la ruta para llegar al Nuevo Mundo. (…)  La tesis más consolidada en este sentido es la del piloto desconocido…  Colón podría haber tenido acceso a los restos de un naufragio durante su estancia en Porto Santo, o bien en un viaje a La Gomera.  Una nave procedente del oeste, con sólo seis marinos vivos a bordo, habría llegado a tierra tras una travesía llena de problemas y un intenso temporal.  El piloto de esta nave, llamado Alonso Sánchez y procedente de Huelva, en el sur de España, habría sido arrastrado hacia el oeste en una sucesión de vientos y tempestades que le impidieron volver a tierra.  Una vez en medio del océano, sin velas y sin recursos, él y su barco se dejaron llevar de forma desesperada hacia donde la suerte les llevase.  Tras diez semanas de travesía, la nave alcanzó alguna isla del mar Caribe, donde pudieron alimentarse de frutas una vez logrado el favor de los nativos, que los consideraron dioses llegados del cielo. (…)  Meses después, en el viaje de regreso, un gran número de incidentes y enfermedades azotó a los marinos. (…)  El piloto habría trabajado intensamente durante esta accidentada travesía de vuelta, reconstruyendo la ruta y dibujando cartas náuticas con los mejores cálculos posibles,  Al llegar a tierra, Alonso Sánchez sólo sobrevivió seis días, y acabó entregando sus notas y cartas al navegante Cristoforo Colombo, al servicio de Portugal por aquel entonces…  (…)  Colón no fue el primero que dijo que la tierra era redonda…  Cuando el marino elaboró su proyecto de ir a las Indias por occidente, ya se aceptaba la esferidad del globo terráqueo.  El dilema era la dimensión de la tierra.  Nadie imaginaba que se podía ir al oriente por occidente.  Colón, en este sentido, sabía que a unas setecientas leguas había tierra.  O lo imaginaba.  En cualquier caso, nuestro <almirante llevó a cabo su proyecto descubridor y halló un Nuevo Mundo. (…)
-Y ¿cuál es el tercer gran misterio en relación con Colón…?
-Su extraña firma…”

Miguel Ruiz Montañez, La tumba de Colón Ediciones B S.A. Buenos Aires 2006, páginas  35/39.




     “La leyenda, que pretende pasar por historia, narra que en cierta ocasión el muchacho y su padre discutieron acerca del porvenir del primero.  Cristóbal no deseaba ser tejedor como su progenitor, y menos todavía tabernero.  Y al final, comparándose con David, el rey que venció a Goliath, según la Biblia, exclamó:
-¡Lo mismo que el rey David venció a Goliath, así espero dominar al océano gigantesco!
  Y es posible que a aquella misma hora un individuo de una isla muy lejana, sin nombre conocido ni sitio en la cosmografía de aquel tiempo, arrojase al mar un pedazo de madera tallada con signos extraños, para que, andando el tiempo, lo recogiese Christóforo Colombo en la playa de Porto Santo.”

Cristóbal Colón – Colección Grandes Biografías – Dirección de la obra Francisco Luis Cardona Castro, Edimat Libros S.A. Madrid 2002, página 14.




     Si algo aprendí en mis largos años de deambular por bibliotecas husmeando con curiosidad cuanto libro caiga en mis manos, es que la historia (la política, la cultura, el pensamiento en general) siempre se mueve de modo pendular.  Hoy creemos esto, mañana creeremos aquello.  Ayer Colón era un conquistador, mañana será un civilizador, hoy por estos lados y por tendenciosidad de un grupo de políticos de educación muy precaria un conveniente “genocida”.  Los anacronismos siempre me enfurecen (¡el contexto histórico, so bruto, el contexto histórico!), pero ¿para qué irritarse?, el péndulo irá luego para la otra punta y el villano será héroe y viceversa hasta la eternidad.

     Personalmente me fascina Colón, tanto como las cartas de marear  medievales, tanto como me aterroriza el mar.  Siento en la piel la magnitud física de la proeza de lanzarse a lo desconocido –por los motivos que fueran: afán de conocimiento, de poder o de fortuna-. 


     Y sé que la civilización occidental en la que me muevo es lo que es por la mixtura de ese encuentro de culturas.  Soy (de modo inocultable e irremediable) latinoamericana.  Y serlo implica ser mestiza.  La vieja y culta Europa en su cruce con la joven, inexperta pero poderosa América.  Lo que fue y lo que es para proyectar lo que será; un último bastión, la tierra prometida de los inmigrantes de posguerra.  Aunque sea hoy políticamente incorrecto, yo celebro los 12 de octubre el inicio de lo que somos.







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