martes, 27 de octubre de 2015

     Consideraciones desde la periferia de la periferia (de la periferia, como un juego de cajas chinas, o una mamushka rusa, la imagen de un espejo que se refleja en un espejo, que se refleja en un espejo, que se refleja…).




     Entre las conclusiones de un Foro de Arte que se celebró en Cáceres, España, hace unos pocos días y que he seguido por las redes, leo:






     Por un instante (fugaz) creo que me hablan a mí, pero enseguida comprendo mi error.  Yo estoy en la periferia de la última periferia; la Última Thule de la Última Thule, el último bastión de un bastión derribado.  No, hablaban de otra cosa.

     La cuestión es interesante.  ¿A qué llaman periferia?  Entiendo que a la actividad cultural que se realiza por afuera del circuito oficial, de los espacios de concentración y prestigio, de lo que se entiende por el “Centro”.  Algo como el off Broadway y nuestro off Corrientes, como el irrepetible café-concert de los 60 o el mítico underground de los 80.   Pero sigue siendo una actividad articulada y reconocida, ni tan conservadora y predecible como la del Centro, pero con una estructura funcional similar.

     La movida de esta Primera Periferia es la transgresora, la iconoclasta, que se prefigura y se acepta precisamente por su provocación y desafío al Centro, Centro al que pretende acceder y que, cuando lo consigue, se mimetiza con él, y se torna paulatinamente conservadora como corresponde a todo lo consagrado.

     El presunto desafío o ruptura que se produce en esta Primera Periferia es de manual marketinero. El método comprobado para llamar la atención de aquellos a quienes conviene llamar la atención.  Una rebeldía controlada, de laboratorio, que permite el interés de los otrora rebeldes que ahora componen el Panteón Supremo de las glorias máximas del Centro.

     La cuestión, me rindo a la evidencia, se está tratando coincidentemente en muchos lados.  Por mail me llega la invitación al curso on line sobre Mercadotecnia Artística y Cultural, y me resulta evidente que estos son los criterios que rigen prioritariamente en la Primera Periferia:




     Para cualquier artista  acceder a la Primera Periferia es estar ya posicionado y con plataforma formal de vuelo.  Ya tiene un lugar, en el fondo de la vidriera pero en la vidriera al fin.  Será luego el juego de moverse en ese ámbito reducido con la habilidad necesaria para quedar justito en el medio de la escena y bajo el halo del reflector (aunque sea por un ratito).

     Sospecho que al Centro casi siempre se accede desde la Primera Periferia (con excepciones, claro; siempre hay excepciones).  El dinero (grande, abundante, presuntamente fácil) está en el Centro; en la Primera Periferia es escaso y hay que sudarlo sin pausa.  Desde una visión pura de mercado es obvio que en la Primera Periferia hay que alborotar para conseguir presupuesto.  Mayor alboroto, mayor presupuesto.  Lógica pura.








     Después viene una Segunda Periferia, la que no es transgresora por la transgresión misma ni milita por una revolución desaforada que le permita copar el Centro de prepo y ya.

     Esta Segunda Periferia es la de los creadores convencidos pero sin contactos.  De los que buscan los fondos en otras actividades ajenas a su metier para sostenerse ellos y a su obra, por lo que se quedan sin tiempo para el rosqueo astuto, el posicionamiento sagaz, el estratégico complot. En la Segunda Periferia hay mucho trabajo real, vocación auténtica, tal vez talento, sueños incorruptibles.  Desde esta periferia el objetivo es La Obra, no llamar la atención al Centro.  Muchos de estos creadores logran el reconocimiento  después de muertos, cuando las obras empiezan a moverse por si solas y se salen de la periferia para cumplir sus destinos, tal vez de museos.  La obra independiente de su autor.  La obra construyendo su historia.

     Y después hay un cúmulo de desorganizadas periferias variopintas, tanto geográficas como ideológicas.  Personas que hacen desde afuera porque están lejos de todo o porque no quieren (no pueden, no saben, no tienen tiempo ni interés) de vincularse con otras personas ni con el mercado.  La periferia periférica, los que se quedaron por afuera del radio de cobertura del radar.  Quizá la periferia de los  artistas destinados invariablemente al fracaso.





     Claro que ahora está internet y que algunos viejos fósiles del Centro hacen agua entre los resquicios de sus anquilosados huesitos.  Internet es el ejercicio práctico de la absoluta igualdad. El Centro puede estar físicamente lejos pero cibernéticamente al alcance de dos tecleos y un click del mouse.  Entonces, la periferia se vuelve una cuestión mental.  

      Y la pregunta es entonces: ¿el artista de la periferia más periférica quiere dejar de ser un marginal?  ¿Sólo se hace arte para acceder al Centro, al reconocimiento, a la fugaz gloria, al dinero contante y sonante, o estamos haciendo esto por otras razones?








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