Parece que la fase crepuscular de mi karma comenzó
a menguar. Finalmente conseguí un auto y
aunque pasé unos momentos de zozobra ante la duda de que mis doce cajas
pudieran entrar en él (sin baúl, ya que el tanque de gas lo ocupaba todo), todo
se acomodó prolijamente y al arrancar rumbo a La Plata, recuperé mi fe en el universo.
Ya mi obra en manos de la organizadora
(quien se ocupará de la cuelga y atención general durante los tres días de la Feria),
mi única preocupación es encontrar la forma de poder llegarme -aunque sea sólo
una vez- al evento el próximo fin de semana.
Comparado con la colección de dolores de cabeza que tuve los últimos
días ¡he llegado a la gloria!
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