Raconto
(en serio) de Fin de Año – Apartado
feminista
“…Durante
mucho tiempo la convicción de que las mujeres no tenían aptitudes para la
pintura, a no ser por las habituales Rosalba Carriera o Artemisia Gentileschi,
se ha basado en distorsiones de este tipo.
Es natural que, mientras la pintura consistía en frescos de iglesias,
subirse a un andamio con pollera no era algo decente, ni tampoco un oficio de
mujer dirigir un taller con treinta aprendices; pero en cuanto se pudo hacer
pintura de caballete aparecieron las mujeres pintoras. Es algo así como decir que los judíos han
sido grandes en muchas artes pero no en pintura, hasta que apareció Chagall. Es verdad que la cultura judía era
eminentemente auditiva y no visual, y que no debía representarse a la divinidad
mediante imágenes, pero hay una producción visual de indudable interés en
muchos manuscritos hebreos. El problema
es que en los siglos en que las artes figurativas estaban en manos de la
Iglesia era difícil que un judío se sintiera alentado a pintar vírgenes y
crucifixiones; sería como asombrarse de que ningún judío haya llegado a ser
Papa.
(…)
Las feministas eligieron hace ya tiempo
como heroína a Hipatia que, en la Alejandría del siglo V, era maestra de
filosofía platónica y de matemáticas avanzadas.
Hipatia se ha convertido en un símbolo, pero por desgracia de sus obras
solo ha quedado la leyenda, porque se perdieron como se perdió también ella,
hecha literalmente pedazos por la turba de cristianos exacerbados,
soliviantados según algunos historiadores por aquel Cirilo de Alejandría al que
se le hizo santo, aunque no por eso.
Ahora bien, ¿Hipatia era la única?
Hace menos de un mes se publicó en Francia
un librito, Histoire
des femmes philosophes. Si nos preguntamos quién es el autor, Gilles
Ménage, descubrimos que vivía en el siglo XVII, era un latinista preceptor de
madame de Sévigné y de madame de Lafayette y su libro, que apareció en 1690, se
titulaba Historia mulierum philosopharum. Conque Hipatia no era la única: aunque esté
dedicado sobre todo a la edad clásica, el libro de Ménage nos presenta una
serie de figuras apasionantes: Diotima la socrática, Arete la cirenaica,
Nicarete la megárica, Hiparquía la cínica, Teodora la peripatética, Leoncia la
epicúrea, Temistoclea la pitagórica,
Hojeando textos antiguos y las obras de los padres de la Iglesia, Ménage
encontró citadas a sesenta y cinco filósofas, si bien su concepto de filosofía
era bastante amplio. Si tenemos en
cuenta que en la sociedad griega la mujer estaba confinada entre las cuatro
paredes del hogar, que los filósofos preferían entretenerse con jovencitos
antes que con lindas muchachas, y que para disfrutar de notoriedad pública la
mujer tenía que ser cortesana, se entiende el esfuerzo que tuvieron que hacer
aquellas pensadoras para poder afirmarse.
Por otra parte, a Aspasia se la recuerda como cortesana, aunque de
calidad, olvidando que era experta en retórica y filosofía y que (Plutarco fue
testigo) Sócrates la frecuentaba con interés.
He hojeado por lo menos tres enciclopedias
filosóficas de hoy en día y de estos nombres (salvo Hipatia) no he encontrado
ni rastro. No es que no existieran
mujeres que filosofaban. Es que los
filósofos han pretendido olvidarlas, quizá tras haberse apropiado de sus
ideas. (2003)
Umberto
Eco, De la estupidez a la locura, Lumen-
Penguin Random House Grupo Editorial, Buenos Aires 2016, páginas 205/208
A veces
me tomo la molestia de aclarar que no soy feminista, por el simple hecho de que
considero que la lucha por la igualdad de derechos encarada por éstas ya está
superada; que ya es concreta e indiscutible la total igualdad de género. Yo vivo sin cuestionar (y sí, reconozco, sin permitir que la cuestione nadie) esa igualdad. No reclamo derechos, los ejerzo. Pero no niego que todavía hay muchos sitios
en este planeta en los que esa lucha está aún en pleno desarrollo. Y en otros, hasta pendiente. Por eso fue un auténtico placer poder
colaborar, tan mínimamente por cierto, con el mantenimiento del Gender Museum en Ukrania,
patrocinándolo durante un mes (léase:
cubriendo el costo del alquiler de un mes del departamento donde funciona
físicamente el Museo. Siempre he creído
que más que las grandes declaraciones teóricas lo que sirve es la colaboración práctica). El 2016 fue, también, el
año del #Save Gender Museum.