domingo, 11 de diciembre de 2016


La excusa era usar los rollos de cartón del papel de cocina y probar una especie de carta-pesta a la vista.  Así surgió mi Cat-Art o el gatito catártico de mi frustrada envidia a todos esos eventos de arte a los que nunca voy a acceder.






     Pero las esculturas requieren un pie apropiado para su exhibición, y de ahí que en la supuesta búsqueda de apoyo a mi Cat-Art me permití perder el tiempo reciclando una silla rota.  ¿Por qué?  Porque el colorinche (como los cachivaches) me atraen irremediablemente.







     Ahora Gato y Silla andan juntos por ahí, ocupando espacio en mi reducido taller, cuando la lógica sensata era que los rollos de cartón y la destartalada silla de pino hubieran acabado en la basura.  A veces soy como un escuadrón de rescate de lo inútil.  Casi como una lealtad entre iguales.  La cofradía de lo inservible.














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