La excusa era usar los rollos de cartón del papel de
cocina y probar una especie de carta-pesta
a la vista. Así surgió mi Cat-Art
o el gatito catártico de mi frustrada envidia a todos esos eventos de arte a
los que nunca voy a acceder.
Pero las
esculturas requieren un pie apropiado para su exhibición, y de ahí que en la
supuesta búsqueda de apoyo a mi Cat-Art me permití perder el tiempo
reciclando una silla rota. ¿Por
qué? Porque el colorinche (como los cachivaches) me atraen
irremediablemente.
Ahora Gato y
Silla
andan juntos por ahí, ocupando espacio en mi reducido taller, cuando la lógica sensata
era que los rollos de cartón y la destartalada silla de pino hubieran acabado
en la basura. A veces soy como un
escuadrón de rescate de lo inútil. Casi
como una lealtad entre iguales. La
cofradía de lo inservible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario