sábado, 17 de diciembre de 2016





     ¿Se puede desarrollar una obsesión a conveniencia?  ¿Aun cuando nuestra estructura psíquica tienda hacia lo racional y práctico?  ¡Claro!  Con disciplina y un escrupuloso plan de acción, que se siga a rajatabla, pese a todo y contra todo, es posible. 

     A las pruebas me remito.  Mujercita amable, educada para la cortesía y lo correcto, de aspecto dócil y tamaño tirando a la frágil insignificancia, con más memoria que carácter y una biblioteca a sus espaldas cuando aún no existía Su Majestad la Red de Redes, un día se dijo: “Aunque tenga que hacer otras cosas, todos los días le voy a dedicar veinte minutos a dibujar y si no puedo, a pensar en lo que voy a dibujar”.  Así se inicia una obsesión, una Señora Obsesión.





     La ley de la gravedad de la psicosis hace el resto del trabajo.  A veces me digo –retóricamente- que yo podría haber sido normal.  Si esto y si aquello…  si todo eso que pasó y que no dependía de mi voluntad no me hubiera empujado a dibujar, tantas horas, todos los días, cuando aún no había cumplido los seis años. Si el tiempo que siguió no me hubiera dado el dibujo como único compañero, como único consuelo, como única lealtad inquebrantable.  Después, sí, la vida fue por donde suele ir la vida.  Podría haber sido entonces…  Pero yo me acomodé veinte minutos al día para mi único amor verdadero.  Y nació la obsesión.  Y acá estoy.


































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