¿Se puede
desarrollar una obsesión a conveniencia?
¿Aun cuando nuestra estructura psíquica tienda hacia lo racional y
práctico? ¡Claro! Con disciplina y un escrupuloso plan de
acción, que se siga a rajatabla, pese a todo y contra todo, es posible.
A las
pruebas me remito. Mujercita amable,
educada para la cortesía y lo correcto, de aspecto dócil y tamaño tirando a la
frágil insignificancia, con más memoria que carácter y una biblioteca a sus
espaldas cuando aún no existía Su Majestad la Red de Redes, un día se dijo: “Aunque
tenga que hacer otras cosas, todos los días le voy a dedicar veinte minutos a
dibujar y si no puedo, a pensar en lo que voy a dibujar”. Así se inicia una obsesión, una Señora
Obsesión.
La ley de
la gravedad de la psicosis hace el resto del trabajo. A veces me digo –retóricamente- que yo podría haber sido normal. Si esto y si aquello… si todo eso que pasó y que no dependía de mi
voluntad no me hubiera empujado a dibujar, tantas horas, todos los días, cuando
aún no había cumplido los seis años. Si el tiempo que siguió no me hubiera dado
el dibujo como único compañero, como único consuelo, como única lealtad
inquebrantable. Después, sí, la vida fue
por donde suele ir la vida. Podría haber
sido entonces… Pero yo me acomodé veinte minutos al
día para mi único amor verdadero. Y
nació la obsesión. Y acá estoy.
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