Después
de un lunes que arrancó complicado por estos lados y se desbarató mal en el
resto del mundo, frente a tanto espanto y semejante augurio, sólo nos queda
refugiarnos para adentro. Vuelvo a mi
mínima y privada existencia y retomo el hilo tradicional del raconto anual.
Y debo
reconocer que ha sido un año en el que me dediqué más a juegos intrascendentes
que a concentrarme en desarrollar una obra “seria”. Mis esculturas de papel han sido, quién puede
negarlo, pura diversión infantil. Como
corolario a esta irresponsabilidad y ante
el hecho de que este año no armé mi aparatoso árbol (viajo apenas terminado el brindis de Año Nuevo y regreso bastante
después de la fecha de desarme de la decoración navideña) hice una puesta
ad hoc para celebrar estas fiestas.
Siempre
dentro de mi lógica, hice un reno con una caja de pizza y un Sr. y
Sra. Clauss (plagiarios by Pinterest) con los rollos de cartón del papel de cocina y todos los
remanentes que tuve a mano en mi taller de otros proyectos. Mi decoración festiva, nuevamente, hecha con basura. Un alegato de nuestro carácter de remanente:
remanente de otros tiempos, remanente de otra forma de entender la vida,
remanente de esa cultura que debió haber sido y se frustró por el camino. Somos –ellos y yo- lo que quedó.
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