martes, 20 de diciembre de 2016


     Después de un lunes que arrancó complicado por estos lados y se desbarató mal en el resto del mundo, frente a tanto espanto y semejante augurio, sólo nos queda refugiarnos para adentro.  Vuelvo a mi mínima y privada existencia y retomo el hilo tradicional del raconto anual.

     Y debo reconocer que ha sido un año en el que me dediqué más a juegos intrascendentes que a concentrarme en desarrollar una obra “seria”.  Mis esculturas de papel han sido, quién puede negarlo, pura diversión  infantil.  Como corolario a esta irresponsabilidad  y ante el hecho de que este año no armé mi aparatoso árbol (viajo apenas terminado el brindis de Año Nuevo y regreso bastante después de la fecha de desarme de la decoración navideña) hice una puesta ad hoc para celebrar estas fiestas.


     Siempre dentro de mi lógica, hice un reno con una caja de pizza y un Sr. y Sra. Clauss (plagiarios by Pinterest) con los rollos de cartón del papel de cocina y todos los remanentes que tuve a mano en mi taller de otros proyectos.  Mi decoración festiva, nuevamente, hecha con basura.  Un alegato de nuestro carácter de remanente: remanente de otros tiempos, remanente de otra forma de entender la vida, remanente de esa cultura que debió haber  sido y se frustró por el camino.  Somos –ellos y yo- lo que quedó.

































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