Raconto (en serio) de Fin de Año.
Siendo
honesta (aun a riesgo de dar letra a los psicoanalistas
aficionados que me rodean), el 2016
ha sido mi definitiva vuelta al retrato.
¿Por qué me había apartado, si lo más placentero que recuerdo era llenar
cuadernos con rostros femeninos en mi época de escuela secundaria? El retratar a mis compañeras en los
recreos. El empecinamiento en los ojos,
en una instintiva búsqueda de LA mirada… ¿Qué pasó?
Lo de siempre: escuché la opinión ajena, de otros artistas, de jurados
que siempre me rechazaban, de críticos, de los Oráculos del Infalible Mercado.
Primero lo fragmenté para luego
abandonar el retrato –poca cosa según me
decían-, volcándole al desnudo, y para que quedara clara mi obediencia, sin
rostro.
Amagué un
´poquito los últimos años, pero sin detalle, sin que pudiera clasificarse
estrictamente de retrato. Pero la edad tiene algo bueno: la
acumulación de años tiende al hastío y priorizar el disfrute personal se vuelve una (muy buena) costumbre. Y sin
ponerme a sacar conclusiones obvias, Burlesque me ha dado la licencia
absoluta. El retrato por el retrato y al
que no le guste, buena suerte y muchas gracias.
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