Hay
gente que cuando va a dar su opinión
se anuncia con un redoble
y esperan que le agradezcas que te iluminen
en un derroche de bondad
nos dicen lo bueno y lo malo
pa´ que no caigamos en el error
de hacernos preguntas, pensar o dudar,
o salimos de algún renglón
se anuncia con un redoble
y esperan que le agradezcas que te iluminen
en un derroche de bondad
nos dicen lo bueno y lo malo
pa´ que no caigamos en el error
de hacernos preguntas, pensar o dudar,
o salimos de algún renglón
Alejandro
Sanz, 12 por 8 del
álbum No es lo mismo
Para poder dedicarse al arte de modo independiente, con vocación y pasión aun
sin certeza de talento, lo primero que
uno tienen que desarrollar es la capacidad de ignorar a los presuntos “referentes”. A esas “voces
de dios” que existen en todas las áreas, anquilosadas, rígidas, sostenidas
por un intricado sistema de conveniencias, favores varios y arrogancia de
poder. Esos que te dicen lo in y
lo out
sin conceder jamás derecho a réplica. Esos
que son los únicos facultados para juzgar al resto sin nunca poder ser juzgados
por ello. Los que se autoproclaman
infalibles sabedores de todo saber.
Esos, que si uno comete el error de escucharlos, nos condenan a la
eterna mediocridad de su manipulación.
Lo
primero es identificarlos. Críticos,
curadores, galeristas, periodistas especializados generadores de opinión,
historiadores de arte con pretensión de Oráculo de Delfos. Viven de su infalible sapiencia. Te miran desde arriba y consideran su derecho
de cuna destruir al prójimo a fuerza de ironía y cinismo. Los sentimientos ajenos son un defecto del
otro. Siempre se mueven con un séquito
de aduladores, que lo imitan en el modo y aclaman como claque paga sus juicios
inapelables. La burla y el desprecio hacia los que hacen son
el crespón en la solapa de su traje oficial.
Linda
gente; se los identifica fácil.
Inevitable toparse con ellos en el mundillo del arte. Lo
que se aprende, como mecanismo de defensa, es a ignorarla. Tal vez en un 5% de sus opiniones haya germen
de verdad, pero su vocación destructiva por la destrucción misma hace inútil
toda su miserable existencia.
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