Crónicas
de un artista independiente del fin del mundo.
¿Vale la
pena hipotecar la libertad creativa para
pertenecer –precariamente- a un mercado del arte digitado por los gurúes de
turno? Personalmente, opino que no. Que condicionar la obra a los criterios de
tal crítico o curador “referencial”, a cambio de una dudosa aceptación, es
sencillamente no realizar una obra personal y exclusiva sino apenas
manufacturar un producto en serie diseñado por otros.
¿Priorizar
la libertad y quedarnos afuera del radar del “éxito” y el “reconocimiento”? Sí.
Sobre todo si ese “éxito” no es más que ser aceptado como integrante de
una corte, del séquito obsecuente del gurú de moda. ¿”Reconocimiento”? Como uno más de ese efímero resplandor de un
momento. Parte del montón.
.
Por estos lados del planeta, no adherir a la tendencia, no tener un “padrino” de
prestigio que nos amparara, era sinónimo de no ingresar al mercado, al extremo
de resultarnos muy difícil llegar a exhibir nuestro trabajo al público. Pero los tiempos cambian e internet pateó el
tablero. Hoy cualquier artista
independiente, marginal y huérfano de favores, puede difundir su obra sin
necesidad de someterse a nadie. La web
nos dio la visibilidad que garantiza (si
tenemos el coraje) ejercer nuestra más absoluta libertad creativa. ¿Hay riesgos?
Claro, siempre hay riesgos.
Evidenciar nuestra falta de talento y la mediocridad de nuestra obra,
por ejemplo. Pero ese es el eterno
riesgo de aquellos que entregamos nuestra existencia al arte con total
honestidad.
Buenos Aires, 7 diciembre 2016
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