En algún momento
me pareció muy razonable usar a mi Caja de Frutillas para decorar un
patio externo dónde arrancar con los brindis de Nochebuena.
El
parpadeo de las luces –o el alcohol-
logró darle un aspecto casi siniestro a la máscara, la que durante toda la noche
pareció mirarme con la pregunta: ¿Qué crees que estás haciendo?
Por
fortuna, la amenaza de tormenta me justificó volverla prontamente a la casa y
ahora, en mitad del temporal, me mira amablemente. Parece haberme perdonado.
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