Demasiadas causas me quitan las ganas de intentar nada (¿qué pasó?, ¿en qué momento me descuidé y
no vi lo que estaba pasando? Viejos
amigos que de repente se diluyeron en telón de fondo; tantas expectativas,
tanta energía, tanta posibilidad y al cabo
los veo en el mismo lugar, como si el tiempo pasó sólo para
inmovilizarlos. ¿Tanto me distraje? ¿Tan encerrada estuve en mi misma? Es tan triste todo…). Pero la inercia de la práctica adquirida se
impone y sigo haciendo aun sin demasiado interés en lo que en concreto hago. En esta época se organiza el primer semestre
del año, se trata de coordinar actividades para que la obra siga siempre en movimiento.
Ya envié
material para la convocatoria de la Revista
Crepúsculo (El Testigo, de la serie Borgeanas… “Que morirá conmigo cuando yo
muera…”, cita tan apropiada para esta nostalgia ajena e invasiva).
Y me he
sentado a diseñar (es decir, a enchastrar
experimentalmente una vieja campera) la intervención de indumentaria que me
permita participar en la convocatoria Who art you…
Al mismo
tiempo, envio solicitudes para acceder a la programación de salas de exhibición
públicas para armar una individual en mi territorio, en Lanús o en Avellaneda, a
lo que hasta ahora obtuve un unánime y absoluto silencio de radio. Pero esto es trabajito de hormiga. Ir, ir, ir. Quizá el movimiento es lo que me impide mirar
en derredor, a los que hace tiempo dejaron de moverse. Sigo preguntándome ¿qué pasó? Si todos estábamos en lo mismo, ¿por qué de
pronto descubro que soy la única que sigue en pie, pintando y creyendo –sin
margen de duda- que sí vale la pena? Es tan triste todo...
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