Como sabe
que me gusta Sabina, me lo cita para
desbaratarme el argumento: -…Al lugar donde has sido feliz no debieras
tratar de volver...
La
lástima hiere a quién la siente, ya lo sé.
Pero es inevitable recordar a las personas con las que hemos crecido,
con quienes nos hemos formado, compartiendo sueños y miedos, alentándonos
mutuamente cuando el sentido común circundante amenazaba convertirnos. He estado lo últimos días preguntándome por
qué de aquellos que fuimos alguna vez hemos quedado tan, pero tan pocos.
-Nos
educaron para que consideremos que el éxito existe cuando se puede medir en
moneda contante, circulante y verde. Y después
de fracasar durante un tiempo la gente sensata opta por un trabajo normal en donde su
esfuerzo y su tiempo se retribuya con un sueldo.- Voy a argumentarle
que yo trabajo y que me mantengo solita sin por eso renunciar a lo que
verdaderamente me importa, pero me ataja con el gesto y le resta toda
significancia a mi protesta: -Vos sos esquizoide, así que no cuenta. De cualquier manera ibas a tener dos
vidas. Hablamos de personas nor-ma-les.
Todos
esos viejos amigos que fueron diluyéndose en el camino. Toda esa gente con la que creí compartir una
pasión indestructible. ¿Realmente hay
que estar un poco loco para poder perseverar en esto? Pero no es eso lo que me angustia –aunque no lo diga en voz alta-. ¿Y si ellos tuvieron razón? ¿Si esta insistencia en el fracaso no tiene
sentido? Aunque supongo que es tarde
para mí; si abandonara ahora no tendría ningún
otro lugar a donde ir (ninguna de
nosotras lo tendría).
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