miércoles, 17 de febrero de 2016




     No es censura.








     No es censura, de eso estoy (casi) segura.  Lo digo desde el lugar de artista que pinta desnudos y que está encaprichada en mostrarlos a un público general.  Aunque alguna excepción tengo (algún retrato inofensivo), a donde va mi obra van mis desnudos.  Y si bien me han descolgado varias veces y en un par de oportunidades impedido directamente colgar, considero que no ha sido censura sino lisa y llana estupidez. 





     Se me hace –por puro razonamiento- que la censura debe tener algún contenido, alguna razón de ser.  Una explicación a la acción concreta de impedir la exhibición.  Alguien debe decir: esto no por tal cosa.  En todos los casos en los que mi obra ha sido víctima directa de la veda si algo no tuve fue explicación.  Balbuceos a montones, caras de circunstancia seguida de suspirado alivio cuando mi buena educación me impidió discutir y me retiré con mis cosas en silenciosa dignidad.

    Atribuyo a la persona que censura -cuando es censura con dignidad de tal- al menos un argumento teórico para lo que hace.  Y yo nunca he escuchado ninguno.  En un par de oportunidades se excusaron con un “vienen chicos…  viste como son los padres…”  ¿Estúpidos?  ¿Los padres son muy estúpidos?, correspondía pedir como aclaración, pero he sido educada para no poner en evidencia a los imbéciles.  Cortesía que le dicen.






    No es censura, porque uno de esos sitios donde me argumentaron “por los niños” y no me dejaron colgar, un bar/restaurante,  tenía a veinte metros un puesto de diarios que exhibía sin ningún problema en uno de sus laterales la revista “Incesto”, prolija en su bolsita de naylon traslúcido y con un enorme par de pechos siliconados en la tapa.  Lo recuerdo perfectamente porque me quedé mirándolos un rato hasta darme cuenta que lo que me molestaba era la simetría irreal de la cirugía plástica.  Los pezones naturalmente no trazan una línea recta perfecta.  Evidentemente, que nuestros infantes asocien los pechos femeninos al incesto está bien pero los desnudos en el arte pueden meterles ideas raras en la cabeza.

     No es censura porque,  como gato escaldado, cuando voy a llevar obra a algún lado primero advierto que lo que yo hago puede ser tildado de “erótico” (según con quien hablo, puede que advierta como “medio porno”, porque la gente tiende a ser simple y así me entienden mejor), a fin de que si no me van a colgar me lo digan antes y me ahorro el  traslado de las obras -que todo lo pago de mi bolsillo-.  Y siempre me dicen lo mismo: qué barbaridad, como pueden censurarte, tu obra no es ofensiva, esto es arte.  Nadie arguye nada, nunca me han planteado cuestiones morales.  No he oído jamás ni siquiera una duda.  Así que, insisto, no es censura.






     ¿Es miedo?  Puede, pero ¿miedo a qué?  ¿A reconocer que la sexualidad, instinto que se dispara cuando un desnudo logra conmover  al espectador, es algo tan natural como el hambre o el sueño?  ¿A descubrir que el pudor (o la pacatería) es parte de un adoctrinamiento cultural al que nos han sometido con la única finalidad de restarnos libertad y poder?  Yo soy un bicho de biblioteca, no puedo no pasar por una analogía de manual: en el Medievo se destruyó el arte griego, se ocultó el cuerpo, la iglesia y los señores feudales dominaron gracias a la ignorancia y al terror.  En el Renacimiento el desnudo reivindicó el poder del individuo, el hombre volvió al centro y sus dioses y sus señores retrayeron su dominio.  Tras movimientos libertarios viene la necesidad de imponer absurdos morales para restaurar el miedo irracional y recuperar el poder de los pocos.


     En la modernidad, el desnudo en la pornografía, para uso exclusivo de los hombres, estuvo bien.  El varón retenía el poder, aunque más no fuera, sobre la mujer.  Pero cuando el desnudo –en arte o en la estética en general: en la moda, en la publicidad-  empezó a ser usado por la mujer misma como medio de comunicación y de expresión propia, el pánico cundió por todos lados.  No es censura, ¡es la mujer que se nos ha escapado del redil!






    Pueden existir millones de páginas porno pero no podemos subir un desnudo a twitter, ¿cuál es el razonamiento?, ¿me lo explican, por favor?  Los niños que pueden acceder a la web (y pueden con facilidad) tienen todo a  su disposición.  Y no me vengan con los filtros y el control parental.  Son niños de este siglo, pueden evadir fácilmente los controles de esos adultos que se conformaban con una Playboy heredada y manoseada escondida bajo el colchón. 

     ¿De que estamos hablando?  ¿Miedo a qué?  O es una excusa para no discutir cosas realmente inmorales (las guerras de religión donde decapitan inocentes, los abusos sexuales de sacerdotes, el derecho de pernada que sigue existiendo en América).  O no ver el constante deterioro de la educación, la destrucción masiva del acervo cultural, el deterioro irreversible del medioambiente.  O la absoluta inmoralidad del hambre.  Si así fuera, la ruin miserabilidad de quienes se escudan en un par de pechos desnudos no merecen pertenecer a la especie humana.






      Pero no es censura, porque si lo fuera,  tendría argumento.  Y yo aún no he escuchado ninguno.  Entonces, no es censura, es solo infinita estupidez.





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