lunes, 29 de mayo de 2017





     Créase o no, seguíamos con el asunto de las empanadas.
-No es sobre una empanada- me explicaba con cadencia lenta y remarcando las sílabas, como se le habla a alguien con déficit cognitivo. –Es sobre el concepto “empanada”,  sobre la abstracción que significa a todas las posibles empanadas -  El concepto detrás de la empanada.  Mi expresión debió ser elocuente porque riéndose con suficiencia se complació en la explicación: -¿De verdad pensaste que esos chicos quieren montar un emprendimiento gastronómico?
-El plan de inversión era para una casa de venta de empanadas.  ¿Qué es si no?  ¿Un emprendimiento de nano tecnología?
     Me dirigió una mirada de sentida compasión por mi ingenuidad y tras chasquear la lengua con ruiditos de resignada paciencia ante un caso perdido, me siguió explicando:
-No quieren vender empanadas, quieren desarrollar un concepto original y distintivo de venta  para que el consumidor elija sus empanadas por sobre el resto de la oferta en el expandido universo de las empanadas.  Un concepto que haga esas empanadas deseables, exclusivas, que impliquen la vivencia única e irrepetible de la empanada.
     Creo que después del concepto de empanada, el universo de las empanadas fue la imagen que más me pegó.  Una empanada con los anillos de Saturno girándole alrededor.  Una lluvia de meteoros con forma de empanada onda saga de Star Wars. 
-Ellos quieren un plan de negocios, vendiendo lo que sea, que resulte atractivo primero para las franquicias y después para la venta del paquete en conjunto.  El producto que se saca al mercado no es la empanada, es la manera de hacer que la empanada se consuma masivamente, al menos por un rato.  El tiempo suficiente para vender ese know how.  El perfil es del entrepreneur que gana con todo lo que intenta.  Hoy esto, mañana aquello.  El que hace la diferencia por el modo en que te lo cuenta.
 
 
 
     La cosa se perdió en el camino, se consume más el entorno que precede a la compra que el objeto adquirido en sí.  Es cierto, ya no vamos por el fondo, nos quedamos jugando con la forma, al menos un ratito.  Hasta que la novedad nos distraiga con otra forma, más llamativa, más inesperada, más trendy.  Alardeo, cansada, de que ya lo capté:
-Y cualquier negocio, al igual que absolutamente todo en la vida, primero sube y después, siempre, baja,  por lo que el asunto está en vender el  concepto de empanada antes de que venga en picada.  Y la caída lógica será culpa del último comprador no del entrepreneur exitoso. Linda manera de ganarse la vida.  Aunque no es nuevo, sólo que antes se llamaba distinto.  El hábil comerciante que sabía salirse en la cresta de la ola.  El que del negocio de videos pasó al parripollo y vendió para construir la cancha de paddle, la que transformó en una para papi futbol...
-Veo que soy didáctico, al final entendiste.  Eso es el branding.  Convertir a cualquiera en un Rey Midas.
     Horrible. Sobre todo porque ese formato se ha vuelto habitual en el mundo del arte también.  Por eso el auge de los “curadores”, los que estructuran el “concepto” y marcan la moda de turno que disciplina el mercado.   No voy a comer más empanadas. 
 
 
 
 
 
 
 

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