Fue una especie de epifanía. Yo estaba en la oficina, ayer a primera hora
de la tarde, cuando se llovía la vida. Sola
y tranquila, aprovechando el mal tiempo para adelantar trabajo postergado, fui interrumpida
por la mojada aparición de una cliente interesada en “novedades” pese a la
tormenta.
Es una señora humilde, pasados los cincuenta, con evidentes problemas cognitivos secuela de su ambiente, su limitada
educación y –presumo- alguna enfermedad mal tratada. Pero amable y respetuosa, es de esas personas
que aunque no tenga nada para decirle la hago pasar y me demoro un ratito con
las urbanidades de rigor. Mientras yo rescataba su paraguas y lo colocaba en un macetero junto a la puerta, ella se
adentró en la oficina y se posicionó frente a otro escritorio –donde no había
nadie en ese momento- y tras saludar se puso a hablarle a la persona que no
estaba ahí.
Perdí toda reacción por unos segundos, traté de
entender -lo que no pude- y cruzándole un brazo por los hombros la guié
hacia el otro despacho y le ofrecí asiento frente a mi escritorio. Ahí mantuvimos una conversación dentro
del marco de “normalidad” que tiene cualquier conversación entre nosotras. Ella habla según su código idiomático, yo
traduzco por aproximación, completo los huecos del discurso y hago como que
entiendo lo que dice. Respondo con las
trivialidades que se esperan que yo diga y ella, seguramente, entenderá la mitad.
Cuando se
fue me quedé un rato frente al escritorio vacío donde ella había mantenido la breve charla con alguien que no estaba.
Me pregunté qué significaba eso.
¿Qué ella estaba peor de lo habitual?
¿O fue una confusión del momento y cuando se dio cuenta de que no había
nadie siguió igual para disimular, esperando que yo no me diera cuenta? ¿Ella creería que yo iba a suponer que sí había
alguien por el mero hecho de que ella le hablara? No sé...
Pero
enseguida me vino a la cabeza que cuando uno escribe un blog (en específico,
este blog) también le está hablando a alguien que no está. Y no hay dudas de que el trabajo del artista
plástico es un diálogo con la ausencia absoluta. ¿Quiénes serán los espectadores, hoy y
mañana, de la obra? Imposible
prefigurarlo –en el caso de que haya algún espectador-. La obra concebida y creada para decirle algo
a alguien que no está. A alguien que no
sabemos si existirá alguna vez. Tal vez
siempre estemos todos hablándole a nadie, sólo que excepcionalmente nos damos
cuenta.
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