La culpa, en este caso, fue definitivamente
mía. No malvendí mi reino por un caballo
sino por un balde de café de Starbucks. Bajé la guardia sólo por el placer de descansar
los pies y saborear cafeína abundante aunque diluida y me convertí en presa
fácil. Las buenas (dudosas) intenciones de los incalificables amigos que conservo pese
a mi buen criterio me acorralaron en la mesita del rincón.
Había aceptado que era razonable trabajar
en un plan dual. En mi cabeza no hallé
objeciones válidas cuando me esbozó unificar propuestas para potenciar el
invertir en una muestra en el exterior.
Mediante un artdealer de por acá (hay varios proponiéndolo)
meter una o dos obras pequeñas en la Art Basel de Miami del próximo diciembre, y contratar la propuesta de exposición
por un par de meses con una galería local que me contactó por mail:
Plan de acción: invertir en catálogos o folletería atractiva para concurrir a la Art Basel y repartirlos personalmente, derivando al eventual espectador interesado en mi trabajo a más cantidad de obra que, por más tiempo, permanecerá en la ciudad. Es una inversión importante (se sabe ya: uno como artista PAGA TODO, al artdealer que lleva la obra a la feria, a la galería local, los traslados de toda la obra, los catálogos o folletería impresa, más el viaje y la estadía si uno concurre en persona al evento). Pero es una opción razonable, porque la feria dura sólo cuatro días (con que uno esté haciendo la publicidad personal uno o dos de esos días alcanza, ya que la puesta y el desarmado lo hace el artdealer), porque participar con un grupo de artistas es más barato que contratar un stand directo, y porque la galería local me hizo llegar unos valores por dos meses de exhibición que no son tan disparatados.
Así, los efectos de estar en una feria
masiva pueden derivarse hacia una muestra más permanente en la misma zona,
presumiendo que el público interesado que concurre a la Basel probablemente se
quede unos días más en Miami y
frecuente el circuito de arte local. Estar
en el lugar justo en el momento adecuado. O algo así.
Sí, insisto, era (es) un plan interesante, ya le había asegurado que lo iba a
considerar y, si mi bolsillo lo permite, tratar de llevarlo a cabo. Pero hay una falla importante en toda esa
estructura teórica: yo estoy distraída en otras múltiples cosas. No puedo (como
pretende y, creo, en algún momento le
prometí) centrarme en una única cosa, estar 24 horas del día concentrada en
armar este posible doble evento en La
Florida, máxime siendo en diciembre, cuando por estos lados los vaivenes económicos
no permiten proyectar a tal largo plazo (en
Argentina seis meses es un muuuuy largo plazo).
Y así fue como mi debilidad por el café
lavado y perfumado a la vainilla me ocasionó tener que soportar durante veinte
minutos que me recordaran mi falta de seriedad, mi caótica existencia, mi
constante auto-boicot, ese incomprensible pararme frente a las buenas
oportunidades que la vida se empeña en presentarme sólo para desperdiciarlas
una y otra vez. Argumenté que aún no
había perdido el tren y que tampoco sería el último. Y como siempre, tuvo que cerrar la
conversación dudando al respecto, anunciando agorero que tal vez sí había sido la última formación que
se detenía en mi anden...