jueves, 31 de mayo de 2018





      La culpa, en este caso, fue definitivamente mía.  No malvendí mi reino por un caballo sino por un balde de café de Starbucks.  Bajé la guardia sólo por el placer de descansar los pies y saborear cafeína abundante aunque diluida y me convertí en presa fácil.  Las buenas (dudosas) intenciones de los incalificables amigos que conservo pese a mi buen criterio me acorralaron en la mesita del rincón.

     Había aceptado que era razonable trabajar en un plan dual.  En mi cabeza no hallé objeciones válidas cuando me esbozó unificar propuestas para potenciar el invertir en una muestra en el exterior.  Mediante un artdealer  de por acá (hay varios proponiéndolo) meter una o dos obras pequeñas en la Art Basel de Miami del próximo diciembre, y contratar la propuesta de exposición por un par de meses con una galería local que me contactó por mail:
















  



       Plan de acción: invertir en catálogos o folletería atractiva para concurrir a la Art Basel y repartirlos personalmente, derivando al eventual espectador interesado en mi trabajo a más cantidad de obra que, por más tiempo, permanecerá en la ciudad.  Es una inversión importante (se sabe ya: uno como artista PAGA TODO, al artdealer que lleva la obra a la feria, a la galería local, los traslados de toda la obra, los catálogos o folletería impresa, más el viaje y la estadía si uno concurre en persona al evento).  Pero es una opción razonable, porque la feria dura sólo cuatro días (con que uno esté haciendo la publicidad personal uno o dos de esos días alcanza, ya que la puesta y el desarmado lo hace el artdealer), porque participar con un grupo de artistas es más barato que contratar un stand directo, y porque la galería local me hizo llegar unos valores por dos meses de exhibición que no son tan disparatados.

    Así, los efectos de estar en una feria masiva pueden derivarse hacia una muestra más permanente en la misma zona, presumiendo que el público interesado que concurre a la Basel probablemente se quede unos días más en Miami y frecuente el circuito de arte local.  Estar en el lugar justo en el momento adecuado.  O algo así.









     Sí, insisto, era (es) un plan interesante, ya le había asegurado que lo iba a considerar y, si mi bolsillo lo permite, tratar de llevarlo a cabo.  Pero hay una falla importante en toda esa estructura teórica: yo estoy distraída en otras múltiples cosas.  No puedo (como pretende y, creo, en algún momento le prometí) centrarme en una única cosa, estar 24 horas del día concentrada en armar este posible doble evento en La Florida, máxime siendo en diciembre, cuando por estos lados los vaivenes económicos no permiten proyectar a tal largo plazo (en Argentina seis meses es un muuuuy largo plazo).

     Y así fue como mi debilidad por el café lavado y perfumado a la vainilla me ocasionó tener que soportar durante veinte minutos que me recordaran mi falta de seriedad, mi caótica existencia, mi constante auto-boicot, ese incomprensible pararme frente a las buenas oportunidades que la vida se empeña en presentarme sólo para desperdiciarlas una y otra vez.  Argumenté que aún no había perdido el tren y que tampoco sería el último.  Y como siempre, tuvo que cerrar la conversación dudando al respecto,  anunciando agorero que tal vez sí había sido la última formación que se detenía en mi anden...














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