Juegos múltiples, con la constante de la
dualidad. Aunque uno quiera otra cosa,
invariablemente terminamos en existencias paralelas. Una auténtica –e involuntaria- mascarada.
Dalí definía
su método paranoico-crítico como el “método espontáneo de conocimiento
irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e
interpretaciones de fenómenos delirantes”. Habiendo leído varias de sus obras –Diario
de un Genio, La vida secreta de Salvador Dalí- uno sospecha que el
sentido literal debe tomarse con una exacta mezcla de fina elegancia y exquisita
burla. El inconsciente del artista cuenta
una historia, y el espectador escuchará la que su propia realidad le permita oír.
“Lo
que vemos en las cosas no está en las cosas, sino en el fondo de nuestra alma”,
Dalí dixit. De nuevo, la dualidad. Todo (todos) va de a pares por la vida…
No niego los juegos dobles, pero la
interpretación queda en quién aprecia la obra una vez que ésta se libera a su
destino. Mi realidad, como artista, la
verdad verdadera encubierta en la forma y el color, es un asunto privado. Los fantasmas íntimos que exorciza la obra es
una cuestión reservada, secreta, entre obra-artista.
En el disfrute del espectador habrá otra historia, cercana o no, a esa
original, pero una historia paralela, distinta y única construida entre la obra
y su espectador.
Por eso, no me preguntes que significa para
mí, que la verdad no voy a contártela nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario