viernes, 19 de octubre de 2018








        Juegos múltiples, con la constante de la dualidad.  Aunque uno quiera otra cosa, invariablemente terminamos en existencias paralelas.  Una auténtica –e involuntaria- mascarada.

     Dalí definía su método paranoico-crítico como el “método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes”.  Habiendo leído varias de sus obras –Diario de un Genio, La vida secreta de Salvador Dalí- uno sospecha que el sentido literal debe tomarse con una exacta mezcla de fina elegancia y exquisita burla.  El inconsciente del artista cuenta una historia, y el espectador escuchará la que su propia realidad le permita oír. “Lo que vemos en las cosas no está en las cosas, sino en el fondo de nuestra alma”, Dalí dixit.  De nuevo, la dualidad.  Todo (todos) va de a pares por la vida…



    
       No niego los juegos dobles, pero la interpretación queda en quién aprecia la obra una vez que ésta se libera a su destino.  Mi realidad, como artista, la verdad verdadera encubierta en la forma y el color, es un asunto privado.  Los fantasmas íntimos que exorciza la obra es una cuestión reservada, secreta, entre obra-artista.  En el disfrute del espectador habrá otra historia, cercana o no, a esa original, pero una historia paralela, distinta y única construida entre la obra y su espectador.






         Por eso, no me preguntes que significa para mí, que la verdad no voy a contártela nunca.  




































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