lunes, 6 de julio de 2015


Comentario privado (y probablemente vergonzoso).

 


     Te explicaba lo de los planos.  Salir del soporte base hacia un lado y hacia el otro, en forma paralela, perpendicular o en un trazado oblicuo.  Podría argumentar que el pliegue de partituras para armar un cuello fue jugar precisamente con esos planos inclinados y divergentes de los que te hablaba.  Pero sería mentira. 
 

 
     Durante casi diez años tomé clases de guitarra, lo que teniendo en cuenta mi total ausencia de oído musical y nula afinidad con el instrumento, el apático profesor y los hábiles compañeros, habla de un logro absoluto de mi perseverancia en la nada.  No sé tocar (ni siquiera en diez años pude aprender a afinar esa guitarra que sigue deambulando por casa como trasto inutil).  Pero guardé las partituras de estudio por este rasgo psicótico de guardarlo todo por si surge algo.  Y surgió el cuello de mi Bandeja enmascarada #8. 
 




     Y ahí fueron las viejas partituras, plegadas y  tocadas con dorados y puntillas.  Pero sobre todo fue el infinito goce del pliegue.  No por los planos, sino por los aeroplanos.  Mi íntimo deseo de hacer avioncitos de papel con las malditas partituras que ni entendía ni podía reproducir, postergado desde mi infancia por mi estricta disciplina y mi buena educación, ha sido satisfecho.  Finalmente, estamos en paz.
 
 
 
 
 

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