Comentario
privado (y probablemente vergonzoso).
Te
explicaba lo de los planos. Salir del
soporte base hacia un lado y hacia el otro, en forma paralela, perpendicular o
en un trazado oblicuo. Podría argumentar
que el pliegue de partituras para armar un cuello fue jugar precisamente con esos
planos inclinados y divergentes de los que te hablaba. Pero sería mentira.
Durante
casi diez años tomé clases de guitarra, lo que teniendo en cuenta mi total
ausencia de oído musical y nula afinidad con el instrumento, el apático profesor
y los hábiles compañeros, habla de un logro absoluto de mi perseverancia en la
nada. No sé tocar (ni siquiera en diez años pude aprender a afinar esa guitarra que sigue
deambulando por casa como trasto inutil).
Pero guardé las partituras de estudio por este rasgo psicótico de
guardarlo todo por si surge algo. Y surgió el cuello de mi Bandeja enmascarada #8.
Y ahí
fueron las viejas partituras, plegadas y
tocadas con dorados y puntillas.
Pero sobre todo fue el infinito goce del pliegue. No por los planos, sino por los
aeroplanos. Mi íntimo deseo de
hacer avioncitos de papel con las malditas partituras que ni entendía ni podía
reproducir, postergado desde mi infancia por mi estricta disciplina y mi buena
educación, ha sido satisfecho.
Finalmente, estamos en paz.
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